Yo desde arriba a abajo te contemplo
como aquel que admira en la palmera
lo esbelto de su porte y sus racimos
y a su sombra y frescor queda en suspenso.
Cual pozos frescos profundos en oasis
son para mí los ojos de la amada;
como brisa que esparce los perfumes
entre arriates, fragante es su cabello.
Su frente se me antoja media luna
surgiendo de la noche entre los velos;
y cuando los aparta sonriente
me muestra de su boca el fruto tierno.
Y es columna tallada en alabastro
el blanco cuello sobre el escote grácil
y son sus pechos gacelas huidizas
divisadas por dunas del desierto.
divisadas por dunas del desierto.
Suenan címbalos, platillos, cascabeles
de ajorcas en muñecas y tobillos,
su risa cantarina acompañando
que colma al peregrino de contento.
Semejan brazos ramas balanceándose
de sauces oreados por el céfiro
y las manos blanquísimas palomas
batiendo alas y remontando el vuelo.
Hay un panal de miel en su cintura
y en sus caderas una abundosa viña;
gira ella el vientre en danza hipnotizante
que pies descalzos dibujan sobre el suelo.
¡Cuánta gracia tienes cuando te mueves
si no fuese porque de mí te alejas!;
no huyas amada y tórnate al amigo,
vayamos juntos y conversemos luego.
Yo no he encontrado en ti ningún defecto;
no mires tú a los míos numerosos
y por esta canción me los perdones,
que en tu clemencia se regocije el cielo.
Permíteme, no seas desdeñosa,
que entre en tu tienda plantada en el oasis;
¡deja que vaya y con mi halcón te cace
pichones a especiarlos a la cena!.
Ágape enamorado celebremos
tendidos sobre alfombras en tu jaima;
con aceite de argan prepara al huésped
el ungüento para bañar los cuerpos.
Como agua fresca sacada de los pozos
bebamos el prodigio en las miradas
y de amor el vino nos embriague
adobándolo con dátiles de besos.
¡Cómo oscila tu talle de palmera
sobre el vergel cimbreada por el viento,
mostrando los ubérrimos racimos
y a la sed de mis labios ofreciéndolos!.
Con bálsamo de mirra de tus manos
y caricias templadas por mis dedos,
y caricias templadas por mis dedos,
dejemos se apacienten los rebaños
llevando hasta el redil a los corderos.
El alfanje desenvainado añora
la herida en que penetre a que lo acoja:
es batalla de amor la que hoy libramos,
tan sólo de él vencidos, venceremos.
Tañendo yo en el laúd y tú en la flauta
con canciones dulcísimas cantemos
hasta la aurora, heraldo a los amantes
de una y mil noches que traigan su contento
… de una y mil noches que traigan su contento.
© albertotrocóniz / 12
Texto: de "POEMAS DEL PROFANO AMOR”
Imagen: "Copete de Palmera"
de "DIBUJO Y PINTURA"
de "DIBUJO Y PINTURA"
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Medio-oriente feliz es ya improbable.
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