viernes, 23 de diciembre de 2022

CUENTO DE NAVIDAD CON NIEVE Y CIERVO



Hacia el testuz provisto de sentidos:

olfato, vista y oídos aguzados…

—que así Naturaleza a las criaturas 

dota con armas y medios adecuados

para sus fines de evolución de especie—

desde el cuerpo animal, desde la víscera

van percepciones, sensaciones e ideas

que inundan en su mente primitiva

y brotan hacia fuera en luengas astas

como expresión externa de lo interno

para defensa y ataque ante rivales

que le disputan el territorio y hembras.


Inmerso habita en bosque de peligros,

de miedos y esperanzas donde vive

en temor a los lobos acechantes,

a las trompas de caza, a las jaurías,

a contendientes con más potentes cuernas;

también la expectativa de otros pastos,

de limpias aguas donde apagar la sed,

de hembras en celo en tiempo de berrea,

de un paraje abrigado a pernoctar…

y así va discurriéndole la vida

envejeciendo hacia el punto final.


Un día sale a un claro donde nieva

y la luz del solsticio lo ilumina

resaltando la pureza virginal

del manto blanco que oculta toda forma;

el cielo es limpio, apenas si una nube,

y en derredor hay un silencio pleno;

es algo extraño, hay como una gran paz.


Mira su sombra arrojada en la nieve;

ve transformarse el ramaje prolijo

del laberinto errático de cuernas

percibiéndolas que al cabo van mutando

y se convierten en una forma armónica

de corazón … ya el mundo es un gran todo.


En unidad se funden los contrarios:

no hay opuestos, él es también los lobos,

los pastos y el rebaño que regenta

de las hembras cuidando cervatillos,

las trompas de la caza, las jaurías,

los ojos que reflejan la laguna

con palomas surcando por el fondo;

él es el bosque y el claro ahora nevado,

él es la vida y la llamada muerte,

aquí y ahora en un silencio sacro,

en un tiempo sin tiempo: Navidad.