martes, 15 de noviembre de 2011

REVELACIÓN DEL NOMBRE VERDADERO


A todos nos imponen nuestros padres
—entiéndase la sociedad por ellos—  
de bebés venidos a este mundo
el primer atributo de persona:
un nombre y apellidos, un letrero.

Después, extiéndese el discurso 
de todo lo que sigue a los equívocos
que van aparejados a esa máscara: 
ideas sobre mi —todas son falsas— 
que asigno a un falso yo, sólo un concepto. 

Esto hace se renueve en el presente,
en cada uno y en todo nacimiento,
pecado original de nuestros padres
trasladado a los hijos y a los nietos
pues lo hemos asumido como cierto.

De ser felicidad, a ser conocimiento
en dualidad separada de lo UNO,
es la expulsión de Edén donde no hay nombres;
desde un estado amniótico y amnésico
hacia el mundo de ideas y de objetos. 

Y no es que no resulte necesario,
una vez ya mordida la manzana
como hizo Adán, aquí nombrar las cosas,
que la ciencia dual del blanco-y-negro
ayuda a soportar nuestro destierro.

Conviene en todo caso no olvidarse    
del primer nombre que dijo Dios: "serpiente";
vale decir “EL MAL”, y así al nombrarlo
adquirió realidad (aun contingente)
lo cual quizás disculpa nuestros yerros. 

Resulta útil que a presos se le asigne
un número para pasarles lista 
(yo mismo hago lo mismo con alumnos),
"tu serás el trescientos veinticinco"; 
vale decir: "tú niño, ERES Alberto".

¿Qué demonios se encierra en ese golpe 
de voz que me propinan de pequeño?;
¿soy eso acaso?, ¿en fórmula de objeto?; 
que ese tiempo verbal, decir “TÚ ERES”,
lo considero nefasto e incorrecto.

No somos algo que quepa en una fórmula
que clave en alfiler la mariposa
disecándola en un álbum de conceptos
con su correspondiente rótulo al efecto
a que en Taxonomía ocupe un puesto.

Pues bien progenitores y familia, 
amigos, enemigos y otros deudos: 
tengo el placer de aquí comunicaros 
que no soy por supuesto nada de eso,
que en "flatus vocis" hueros nada hay cierto.

Soy manifestación de la Energía
de la Felicidad e Inteligencia
que es lo único que ES y que ha elegido
—por ninguna razón; ¿quizás sea un juego?—
la expresión en millones de instrumentos.

Acepto, sí, atender cuando se oiga 
el pronunciar mi nombre, mi etiqueta;
pero es sólo cuestión de cortesía
a riesgo en confundirme con mi perro
(cínicamente también atiende a "Alberto").

Más allá de los nombres sobrepuestos
dictados por caprichos o costumbres, 
tradición familiar, telenovelas …;
más allá del DNI o del pasaporte
que identifican para pagar impuestos, 

debiéramos buscar esa palabra 
que en la Tierra encierra nuestro sino 
—pudiera serte revelada en sueños— 
asumiendo el rol que te sugiere
en este teatro de máscaras del mundo
… contra el telón de fondo que es SILENCIO. 




© albertotrocóniz / 11
Texto: de “LA BÚSQUEDA INCESANTE”
Imagen: “Revelación”, de "DIBUJO Y PINTURA”


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