El palacio de Cnossos está ardiendo;
a lo lejos divísanse fulgores,
es mediodía, aléjanse las naves;
ya anochecido el gran claror de incendio.
¡Oh Cnossos tú!, hetaira de los mares
que Creta mira, la bella entre las bellas;
brasa en la mar como un navío en llamas,
libas la luz en que a algún dios te inmolas.
Prendidas por terrazas, por alcobas,
sobre mosaicos que fueran maravilla
llamaradas cual bravas danzarinas
burlan de ti, toro de la belleza.
Arde Cnossos y el mar, zócalo pétreo
en el camino que escoltan los delfines,
rompen a hervir las ánforas de aceite
y estallan luego en vientre borboteante.
Caen las techumbres, los artesonados,
mármoles que se rajan, suelo ardiente,
crepitan las paredes, los estanques
con ojos espantados resplandecen.
El fuego al cabo penetra el laberinto
al que recorre en círculos sagrados,
alcanza allí donde tiene su centro
y de las sombras libera al Minotauro.
¡Agua oceánica, salid de vuestro aljibe
e inundad con las olas esta pira!;
Cnossos se incendia y el orbe se ha incendiado,
y descolgarse pudieran las estrellas.
Perdido es todo, es humo el mundo antiguo,
el que una vez feliz allí nos viera;
brasa y tizón preséntanse caminos
a fatigar por el desierto y mares
en el destierro que en adelante espera.
© albertotrocóniz / 09
"Cnossos" de "POEMAS DEL MITO"
Imagen de: "DIBUJO Y PINTURA"
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