Rainer María Rilke
LA CASI CIEGA
Era la hora del té y allí estaba ella
sentada junto a otros como los demás.
Ya al principio noté que sostenía
su taza de forma algo distinta.
Una vez sonrió y casi hacía daño.
Cuando al cabo se levantó la gente
por distintas estancias dispersándose
y charlando despacio informalmente
(se hablaba, se reía), de nuevo pude verla
siguiendo tras los pasos de los otros
… algo encogida, como quien muy pronto
debe cantar delante de un gran público;
sus ojos claros traslucían fruición
reflejando la luz como en estanques.
Iba despacio y necesitó un tiempo
como si algo hubiera todavía
no superado, mas luego pareciese
que tras de obrarse alguna mutación,
ya más no andaba, sino que alzaba el vuelo.
© versión de albertotrocóniz / 11/ 11/ 11
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