La nueva aurora con pie rosado avanza
por lejanas regiones del oriente
regando con sus perlas a las tierras
cuando despierta Adán de sueño leve
cabe los neblinosos riachuelos
entre vapores suaves y templados
entre vapores suaves y templados
con único murmullo de las hojas;
abanicos de aurora eran las aves
abanicos de aurora eran las aves
dispersando sus matutinos cantos
posándose en las ramas de los árboles
y sorprendiose Adán al ver que Eva
aún no había despertado y parecía
con señal de inquietud en el semblante
de encendidas mejillas sonrosadas
y su cabello de trenzas desasido;
él entonces volviéndose hacia ella
con mirada cordial y enamorada
se inclinó sobre su bien preciado
admirando belleza que dormida
o despierta con tal gracia emanaba
y tanto enajenaba en sus encantos;
y luego con voz suave cual Céfiro
orea sobre Flora, rozándola en la mano,
murmuró estas palabras a su oído:
“despierta mi beldad, mi bien, mi esposa,
mi bien hallada, regalo de los dioses
—último recibido de sus manos—
despierta ya puesto que luce el día
y campos frescos requieren ya de entrambos,
no sea que perdamos los primores
del brotar de las plantas que cuidamos:
cómo estalla el capullo en limoneros,
qué destila la mirra y qué la caña
dulce y balsámica, cómo naturaleza
da colores y abejas liban dentro
extrayendo dulzuras de las flores”.
Tales susurros terminan despertándola
y abrazándose a Adán así le dice
con un mirar inquieto: “¡oh tú mi esposo!,
único ser que está en mi pensamiento,
mi gloria y perfección, cómo me agrada
el contemplar tu rostro en despertando;
que en sueño que esta noche yo he tenido
—nunca como esta noche habré pasado—
no soñara contigo cual costumbre
ni con quehaceres futuros o pretéritos,
más en ofensa inquietante que en mi mente
nunca hubiera cabido hasta esta noche
alguien me ha parecido que al oído
a caminar llamaba y con voz suave
—figuraba la tuya— me decía:
“¿porqué duermes aún Eva en este tiempo
tan placentero, tan fresco, tan silente
salvo por canto nocturno de las aves
que ahora despiertan con trinos amorosos?;
la Luna en su orbe completo reina en lo alto,
con su más dulce luz sombras disipa
de la faz de las cosas pero en vano
esa belleza está si nadie mira;
cielos despiertos con miles de ojos velan
sólo por verte a ti que es el deseo
de toda criatura el contemplarte
y en tal visión gozar con ese éxtasis
de tu beldad que las atrae a ella”.
Me incorporé creyendo te seguía,
mas no te vi, eché a andar presurosa
en pos de ti, y ansiosa de encontrarte
atravesé multitud de caminos
cuando por fin, de forma sorpresiva
me topé con el Árbol de la Ciencia …”
© albertotrocóniz / 12
Texto: de "POEMAS DE BABEL”
Imagen: “El Enamoramiento de Adán y Eva”
(fragmento),de William Blake, 1822,
(fragmento),de William Blake, 1822,
de “PINACOTECA"
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