viernes, 13 de junio de 2014

LO RECONOZCO: HA SIDO MI MANÍA…

Lo reconozco ha sido mi manía,
un trauma, una obsesión, goce y tormento
el perseguir como un poseso libros
durante años: colegio, la carrera,
vida profesional… hasta hace poco
husmeando por siempre en librerías

… por grandes, por pequeñas, por minúsculas;
desde infectos garitos bouquinistas
de Cuesta de Moyano o “près” del Sena,
a grandes almacenes todo-libros
de muchas capitales europeas,
y armado de paraguas cada año,
en la feria del libro del Retiro

… las extranjeras de foráneos idiomas,
las nacionales en todos los formatos
y sobre todo las de segunda mano
en que al placer de encontrar algún libro
—ya enervado por el aroma a viejo—
el conseguir "tiraos" precios de ganga.

Con los pies doloridos, hecho polvo,
fatigando por calles y avenidas,
pegada la nariz a escaparates,
después entrando tomado por aroma
tan peculiar que tienen librerías…

La emoción de pedir una escalera
para hurgar por lo alto en anaqueles
donde hallazgos resultan más probables;
todo un deporte no exento de sus riesgos
(no el de caerse, el no encontrar la pieza).

A no engañarse confieso mi pecado
en tiempos iniciales de estudiante
cuando no disponía del dinero
suficiente para el libro carísimo
importado de Mecánica Cuántica…

Peregrinar barrio especializado
en tiendas esotéricas en Londres,
las mancias varias: tarot, astrología,
alquimia, cábala de hermosos simbolismos
orientalismo: el zen y los hindúes…

Recorrer calles asaz inverosímiles
bajo el sol del ferragosto en Roma
en compañía del amigo de entonces
—aún más que yo fanático de libros—
Luis Alberto de Cuenca (nuestro poeta,
que llegaría al culmen de sus sueños
pues fuese el director de Biblioteca
Nacional, lo cual no es una broma).

Maletas pesadísimas acarreadas
como una cruz por salas de aeropuertos
pagando sobre-costes (y en las vértebras);
benefactor de humanidad reputo
yo al Amazon, que aunque llegó más tarde,
proporcionó navegación muy cómoda
para internarse por selvas virtuales.

Me tomaban el pelo los amigos
haciéndome notar que ante una chica
lo primero de todo antes de hablarla
era solicitar diese bibliografía
(tampoco descuidar nunca el horóscopo
por ver si entre ambos pudiese haber empatía).

Más que un “gourmet” en cuanto a continentes
—me importan poco primeras ediciones
o filigranas en encuadernaciones,
sí, aunque si puedo evito traducciones—
soy un “gourmand” en cuanto a contenidos:

los de poesía, de ciencia, arquitectura,
de historia, los de arte, economía,
religión, filosofía, yoga, Advaita,
los de mil hobbies como tirar al arco,
y de ajedrez, de golf, fumar en pipa…
todo el saber humano y aún divino
deseaba absorber creyendo estaba en libros.

Maltratador acaso, los violaba
con subrayados y con notas al margen;
siempre había al lado —si no no estaba cómodo—
lápiz y goma para los literarios,
marcador fluorescente en los científicos.

Trepaban las paredes de la casa
llenando sin cesar estanterías,
después se dispersaban por las mesas
y acababan no pocos por el suelo;
grande tormento para las asistentas.

Pozo sin fondo de tiempo y de dinero;
un perro fiero moraba en esa sima
al que había de echar de comer libros
y era insaciable, nunca se comedía.

Inclusive cuando cambié de casa,
hube de haber en cuenta la demanda
de tales huéspedes que habrían de alojarse
dentro multiplicados anaqueles
incluso por pasillos y por baños;
la cosa incrementó metros cuadrados
y por supuesto el monto de hipoteca.

Después les di utilidad aneja:
sus propiedades como un aislante térmico,
y así en efecto tapizando paredes
ganaban su hospedaje protegiendo
del frío intenso que hay en Navacerrada.

La enfermedad parece remitiera
con el concurso de las siguientes causas:

La primera fue de la advertencia kármica
de no ingerir más que lo que se pueda
al cabo digerir, el resto es peso
de cadenas y condena a arrastrarlas.

La segunda el hecho que imponíase
cada vez más el uso de informática
con su revolución cual de la imprenta:
ordenadores, móviles y tablets
así que pude pasar de una manía
a esta otra que ha resultado útil.

Todo es cuestión al cabo de conciencia
y la visión produce el desapego,
con que caí poco a poco en la cuenta
de que el enfoque estaba siendo erróneo:

vivíame como siendo carencia
pensando que el saber estaba fuera
susceptible por tanto, de apropiarse:
la información es siempre contingente
y para lo esencial, irrelevante;
mas el contento así como evidencia
son de por dentro, y es donde hay que buscarlas.

Ya me imagino cuando el ropavejero
en motocarro venga a la casa en venta;
sin miramientos dentro apalee libros
con desalojo brutal de los estantes.

Todo será un “totum revolutum”:
se mezclarán los temas más diversos,
y los formatos, los pequeños con grandes,
para venderse por "cuatro gordas perras".

¿Irá a esa tienda después un jovenzuelo
como yo en tiempos atacado del libro,
para llevarlos a nuevos anaqueles…
¿o es acaso “pedir peras al olmo”
pensar que Gutenberg no sea ya un “carroza”
hoy en día en que todo es informático?.

Ahora viene pregunta inevitable
después de haber tirado por la borda
todo el papel impreso acumulado:
¿si se ha de ir a una isla desierta,
cuáles tres libros Vd. se llevaría?;

Mi opción así —y sin mucho pensarlo—
es la siguiente: uno para el pasado,
otro para el futuro y otro para el presente:

Un “Mac Book Pro” siempre a internet conexo
para acceder de una manera cómoda
al acervo de todo lo pretérito.

El “I-Ching” donde encierra el futuro
y así poder tomar las decisiones
con la consulta de sus consejos sabios.

El “Yo Soy Eso” de Sri Nisargadatta
con la vivencia del aquí y el ahora
a meditar de vuelta hacia uno mismo.

Ya acabo con la frase que resume
el meollo del asunto en su proceso
y que tomo del maestro Rupert Spira:

En la ignorancia yo soy lo conocido,
en la sabiduría soy el que eso conoce,
y en puro amor, puro conocimiento.






albertotrocóniz / 14
Texto: de “TAL COMO LO VEO”
Imagen: “El Bibliotecario” (1566)
de Giussepe Arcimboldo  (1527- 1593)
de “PINACOTECA”
Otros enlaces “Post”-relacionados
en el tablero “AUTOBIOGRAFÍA”



1 comentario:

  1. Hoy en el “Día Mundial de Bibliotecas”
    cabe reflexionar en la pregunta:
    ¿de qué sirve en el fondo cualquier libro
    que no lleve más allá de todo libro?.

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