sábado, 4 de febrero de 2017

ASTEROIDE DE EXTINCIÓN DE DINOSAURIOS


LA ESPERA

Almacenado junto a miles de millones
de asteroides compañeros del fracaso
de no haber formado juntos un planeta,
infecundos, impedidos por Júpiter
de enorme gravedad desbaratante,
ahora giráis como meros detritus
por eones entre el coloso y Marte
a 80.000 kilómetros por hora.

De un tamaño que oscila muy variado
entre tan sólo apenas unos metros
y cientos de kilómetros algunos,
el silicio y el hierro es la materia
más abundante que forma vuestros cuerpos
aunque hay otros que han sido afortunados
y atesoran platino en sus entrañas.

Por supuesto que no tenéis luz propia,
sino tan sólo el pálido reflejo
del lucero que incide en vuestras caras
y en otros cuerpos que integran su cohorte
que veis pasar lejanos por los flancos
al interior y al exterior: esferas
tan bien formadas, haciendo gala en lunas
incluso anillos en que otros asteroides
—para envidia de vos, fetos nonatos—
en corros juguetones las orbitan.

Cual si zombis rotais, desde aquel tiempo
en que el sistema solar logró formarse
con el astro y su estela de planetas
con sus satélites y el resto que sobrase
que sois vosotros, inútiles, perdidos
como basura cósmica flotante.

Vuestro número enorme es compatible 
con que os separen distancias gigantescas
contándose por cientos de kilómetros;
ello no impide que habiendo tantas órbitas
ligeramente distintas unas de otras,
se produzcan de vez en cuando choques.



EL VIAJE

Entre ellos uno habrá de ser distinto
puesto que un día alguna causa ignota,
quizá el impacto con otro cuerpo extraño,
altere su orbital con un llamado
venido de los fondos de universo
y ponga en movimiento esa gran masa
(al Everest pudiera compararse)
sacándola del camino trillado
lanzándola al largo viaje al punto
anhelado, de lejos entrevisto,
que por lejano semblase un imposible.

Sí, que ahora ves que abandonas la órbita
de aquella elipse do estabas constreñido
y te diriges por gravedad guiado
junto a impulso cinético adquirido,
hacia el foco de luz en lontananza.

Durante un largo tiempo allá prosigues
navegando la oscuridad helada
en viaje al astro que entiendes te ha llamado
hacia sí, cual padre o rey celoso
de controlar fronteras de su reino.

Dejas a un lado ese planeta rojo
de aspecto desabrido sin atmósfera
y continúas periplo interminable
por el negro vacío de la noche
persistiendo en el viaje que aunque largo,
cada vez más al gran claror se acerca.

Un día de pronto por frente te aparece
como una bola azul iluminada
por la estrella y en rededor circunda
cual fuese perro fiel, un gris satélite.


IMPACTO

Pareciera que un daimon te dirija
ineluctable hacía sus trayectorias,
y en efecto, cuando cercano sientes
cada vez más la fuerza del llamado
que el fin promete al solitario viaje.

Lo que pudiera haber sido una hipérbole
o quizás acaso una elipse envolvente
que te hubiera convertido así en su luna
compañera de la que al lado pasas,
notas que la curva que describes
cada vez más coincide en acercándose
con la del globo azul de gran belleza.

Sobre la superficie de sus aguas
por fin te ves, conoces cuál tu imagen
revelada por la sombra que arrojas
engrandecida del cono proyectado
—tú apenas mides si acaso 10 km
pero te tomas cual fueses planetoide—
al cernirte sobre la tersa esfera.

Tu negra noche ahora asimismo trocas
en mil colores: el blanco de los polos,
los verdes y ocres de tierras que suceden
y aquel azul intenso muy cercano
de dilatados mares en que intuyes
que vas a sumergirte con impacto
donde serás ya en la unidad con Tierra.

Entras en ignición tocando atmósfera
y un mundo nuevo a ti desconocido
se te revela con amplia epifanía
de luz y de calor y de sonido 
en gran estruendo que altera ese silencio
en que has morado hasta ahora de por siempre.

Con estremecimiento te recibe
una gran explosión, un maremoto
al sumergirte en el mar haciendo un cráter
veinte veces mayor que tu diámetro
incrustándote 25 kilómetros
dentro un lecho de mineral de azufre
(en lo que hoy es el Golfo de México).

Y la costra expelida hacia lo alto
con la roca fundida incandescence
expandida en todas direcciones
vuelve a caer cual bombas de racimo
causando por las selvas mil incendios,
luego arrasándolas con torrenciales lluvias
convertidas en ácido sulfúrico.


EXTINCIÓN

La atmósfera se cubre con cenizas:
por largos meses la luz llegará apenas
y el manto vegetal desaparece;
en todos lados la lluvia ácida arrecia
torturando a las bestias moribundas
disolviendo su piel o sus escamas;
enormes criaturas que poblaban
en los mares, los aires y las tierras
se borran de su faz en breve tiempo
"la oscuridad universal lo entierra todo".

Ya pasados al cabo cuatro meses
el sol vuelve a asomar tras de las nubes
que van muy poco a poco disipándose
sólo para volver en un frío intenso
y descargar por doquier su nieve ácida
culminando la tarea destructora;
el hambre lleva a comerse a los congéneres
e inclusive también a propia prole
y así elimina esperanza de un futuro;
todo ha ocurrido en transcurso de un año.

Sembla haya sido el ángel Armageddon
encarnado en un pequeño asteroide
—si se compara con magnitud de efectos—
la causa de extinción de toda vida
(de las especies un 70%)
salvo la más sencilla y más pequeña
que ha podido guarecerse en madrigueras.

Por sobre todo ha desaparecido
el grupo entero de los dinosaurios
(Tiranosaurios, Ictiosaurios, Perodáctilos,
Velociraptors, Triceratops, Diplodocus…
en mención de algunos populares)
quienes rigieron como amos del planeta
por 150 millones de años;
y donde fueran demasiado grandes
para encontrar refugios adecuados.

Mares y océanos también contaminados
presentan superficies venenosas
para especies someras que allá naden;
tan sólo indestructibles tiburones
(su epítome resulta el Megalodon)
dentro en aguas profundas sobreviven.


FUTURO

Ya se revela aparente ese designio
que te eligiese a ti como instrumento:
alado mensajero de la muerte
de enormes criaturas, sólo ensayo
de lo vital buscando cuál su escala
y aquella fuese asaz desmesurada
a pervivir con garantías de éxito.

Tu sembrado de muerte es el principio
que propicia el comienzo de otras vidas
partiendo de las más elementales,
entre ellas de un pequeño mamífero
protoprimate llamado "Purgatorius"
que después de ensayos y de errores
desde 66 millones de años
lo condujesen al cabo al ser humano.

Monstruosidad animal era inviable;
quizás hay otra hoy día que ha crecido
desmesurada saltando todo límite
en lo moral … ¿seremos desechados?.

Sobre nosotros la "Espada de Damocles",
o si se quiere como "ruleta rusa",
persiste la amenaza de asteroides.





© albertotrocóniz / 17
Texto: de “DE LA FÍSICA HACIA UNA METAFÍSICA”
Imagen: “Asteroide Cerniéndose en lo Alto”
de "FOTOFILTRADA" 

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