Va piadoso nuestro rey Carlos II
“el Hechizado”, último de su estirpe
—degenerada genética del Austria—
en visita a Monumentos, Jueves Santo.
Un pobre viejo que a él logra acercarse,
tiende implorante su mano abierta y sucia;
el monarca —quince años— nunca lleva
dinero encima que es cosa asaz plebeya;
sólo gran cruz de diamantes y de oro
sobre el negro terciopelo refulgente
—pudiera servir quizás a socorrerle—
se la arranca y al mendigo la entrega
(brilla el amor aun en piltrafa humana).
Alguien advierte que el rey ya no la luce
y a guardias de la escolta se da alarma
a que registren a todo sospechoso;
encuentran el zurrón con joya regia
a que registren a todo sospechoso;
encuentran el zurrón con joya regia
prendiendo a anciano que postran por el suelo
a maniatarlo y llevárselo a mazmorras
creyéndolo el ladrón de tal tesoro.
Se abre paso el monarca en el tumulto
y Carlos dice la historia verdadera;
corre el asombro en todo comentario.
No la gran cruz, que al trono pertenece,
mas sí su tasa en doce mil escudos,
se entrega al pobre, pues que del rey limosna
es sagrada, y su palabra no es menos valiosa.
© albertotrocóniz / 16
Texto: de “LA TORRE DEL HOMENAJE”
Imagen: “Carlos II”
de Juan Carreño de Miranda (1676)
de “PINACOTECA”
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