no una ocasión ni dos, eran por cientos
las veces que intentaba franquearlos
hacia una libertad que él veía fuera.
Con gran zumbido no cejaba en su empeño
al explorar toda la superficie:
arriba, abajo, a derechas, a izquierdas,
mas siempre en ella estrellando sonoro.
Alguna vez tomaba carrerilla
y desde algo más atrás ahí se lanzaba
a gran velocidad, hacia los vidrios,
dándose un golpe enorme frente al cielo.
Tras el fracaso de muchas intentonas,
exhausto y medio muerto en el alféizar
yacía posado hasta que al poco rato
volvía de nuevo a su obsesivo intento.
Alguien llegó y le abrió una ventana
(pudiera haberlo igualmente aplastado);
luego al poco de aún no dar con salida
logró por fin escapar de la trampa.
Tal suscitó, mientras que lo observaba,
materia a elaborar este poema
extrayendo del hecho reflexiones
aplicables -quizás- a nuestro caso.
Cual abejorro que en sus limitaciones
tomó por realidad la superficie,
así los hombres hacemos otro tanto
dándole identidad a lo epidérmico:
personas, cosas, circunstancia, experiencia
vienen y van con ellas golpeándonos
siempre creyendo que ya para la próxima
definitivamente lo logramos.
¿No seremos asimismo por tanto
como insectos a una visión divina
que observa en compasión nuestros afanes
por escapar de nuestro propio engaño
… en esto de tomar equivocados
por realidad apariencias miopes
y tropezar contra ello cien mil veces
con el dolor falto en discernimiento?.
La solución está fuera del plano
donde vivimos lo irreal de la encerrona
y es dimensión que apunta a lo profundo,
a aquello que Es, fuera de espacio y tiempo.
Sólo la mano compasiva de quien sabe
podrá en su gracia acudir a auxiliarnos.
© albertotrocóniz / 14
Texto: de “LA BÚSQUEDA CONSTANTE”
Imagen: de “FOTOFILTRADA“
Imagen: de “FOTOFILTRADA“
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