martes, 18 de marzo de 2014

LA RELACIÓN SE DEMOSTRÓ IMPOSIBLE



Hace apenas unos 30.000 años…
tú eras de “Neanderthal”, yo de “Homo Sapiens”
—bueno las cosas no tenían nombre entonces—
seguía a mi clan desde el centro de África
por la polar, en busca de la caza.

Cruzando en balsa un mar —pocas jornadas—
llegamos a una tierra de conejos 
(la que después se llamaría Hispania) 
y allí asentamos, mas el conejo harta
si es comido por siempre cotidiano,
—aparte lo aburrido de su caza—
con que llevados de un deseo de aventura 
migramos más al norte y poco a poco 
nos encontramos apenas sin recursos 
en un clima muy frío ya en invierno.

Azuzado del hambre yo salía 
a buscar animales por la nieve;
debía de alimentar a dos mujeres 
y a una prole de críos que lloraban,
y fue de pronto en medio de los bosques 
cuando te divisé, llevabas leña 
acarreándola camino de unas grutas 
donde tu tribu dentro se refugiaba.

Chocaron las miradas, nunca antes 
había visto un ser de tu pelaje:
algo extraño y fascinante al tiempo,
de aspecto primitivo, tan exótico:
ojos hundidos bajo de arcos ciliares,
los brazos largos —más que "monos", simiescos—
baja estatura, robusta aunque graciosa,
de arriba a bajo pintarrajeado el cuerpo
y esos sonidos que hacías guturales.

Tú también te asustaste en el encuentro 
y tu impulso fue huir de aquel extraño,
mas reparaste en mi collar de conchas
destellaron en luz nueva tus ojos,
con que venciendo el miedo te acercaste 
para tocarlo por demás fascinada;
yo adivinando cúal era tu deseo 
me lo quité poniéndolo en tu cuello.

La gratitud por la joya deshizo 
todo recelo y el pavor que te daba 
(tú a mí también —tu aspecto era de ogresa—
aún me atrajese tu "look" animalesco).

Me sonreíste y transformaste en ángel,
luego echaste a correr como una loba;
yo te seguí adentrándome en el bosque
mas de repente sentí como se hundía 
el suelo bajo mí; sí, era una trampa. 

Al poco rato de estancia en agujero 
me vi por cima rodeado de semblantes 
de aspecto fiero que agitaban sus lanzas 
y adiviné que me veían como cena,
mas esa chica trataba en convencerles 
no hacerme daño, mostraba los collares 
lo cual produjo grandes exclamaciones 
y me sacaron y luego condujeron 
a su guarida, una cueva en la roca;
me agasajaron sentado frente a hoguera
y dieron a beber dentro de un cráneo 
sangre sin duda que fue de un prisionero. 

Después del ágape nos arrimamos juntos 
cabe las brasas por combatir el frío;
debajo de las pieles nos buscamos,
tú despedías un olor tan intenso…
podía yo escribir —de haber sabido—
los versos más tristes esa noche;
en el azul titilaban estrellas 
y el viejo impulso condujo al apareo.

Tras unos días apareció mi gente,
venían a buscarme preocupados,
salí a su encuentro logrando depusieran 
su actitud belicosa ante el extraño
e hice sentaran alrededor del fuego;
así empezó esa historia imposible 
del Homo Sapiens con tribus Neanderthales 
en el solar de aquella vieja Europa 
tomada de glaciares y de hielos.

Compartimos nuestros conocimientos:
más refinados los propios si se quiere
con los conatos de religión y el arte,
pero en la caza ellos eran maestros:
me refiero a la caza con mayúsculas 
sobre todo de aquellos grandes monstruos
que llamaban “mamuts”; si caía alguno 
teníamos ya dos meses alimento.

Despreocupándose por tiempo del sustento 
había ocasión de abordar otras cosas:
batir pieles tensadas con un hueso
produciendo sonidos estupendos
que daban ritmo a todas nuestras danzas
en los bailes rituales y frenéticos
(germen de las de las actuales discotecas);
o pintar las paredes de las cuevas 
con carbones y grasa con pigmentos 
reproduciendo escenas de animales 
para cazarlos más fácilmente luego.

La convivencia duraría unos mil años,
mas poco a poco se fueron extinguiendo:
una extraña enfermedad los atacaba 
con hemorragia interna y caían muertos;
tampoco fue posible nos mezclásemos
(fuera cruzar a chacales con perros),
algo pasaba con nuestros ADNs 
pues el fruto descarrilaba en fetos.

Así quedamos ya en “Homo Sapiens Sapiens (??)”
(no confundir realidad con el concepto)
como únicos señores, únicos dueños
en esta vieja Europa, y… ¡cuanto tiempo!.

Por lo que nos atañe en el relato
a tí y a mi de aquel primer encuentro 
en la Prehistoria, luego en la Historia escrita
—do en muchas épocas tuvimos nacimientos—
hasta estas líneas aquí hoy rememoradas,
hemos andado juntos largo trecho.




© albertotrocóniz / 13
Texto: de “HISTORIAS Y RELATOS”
Imagen: “Mi Chica Neanderthal” 
de "FOTOPINTURA"

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