He soñado que estaba en la edad Media,
—el lugar parecía Barcelona—
y asistía a ejecución en plaza pública
de unos cuantos sediciosos y bandidos
por delito de traición de lesa patria
castigado en los tiempos pretéritos
con la pena de descuartizamiento.
Al tenerse noticia de intentona
se había cursado instrucciones de prenderlos
de manera inmediata por la guardia
y después de unos días en mazmorras
sometidos a panoplia de tormentos
para sacarles confesión de cúales cómplices
les habían conducido hacia el patíbulo:
un tinglado construido de madera
a una altura elevada a que las gentes
pudieran disfrutar del espectáculo.
Venían los reos montados en pollinos
(animal muy apreciado en esa zona
requisados a la banda delincuente)
con capirote y tablilla que rezaba
la relación de sus infames hechos;
sufrían escarnio de gentes a su paso
que increpaban, escupían y arrojaban
tumacas y calçots y escalibadas
(estaba todo pocho por supuesto)
hasta llegar al lugar de ejecuciones…
Entre aquellos desgraciados condenados
a subir al cadalso distinguíase
al jefecillo de lacia pelambrera,
(tal pareciese fregona de vileda);
luego un otro con jeta cual de cerdo
bizqueando sus estrábicos ojillos
y una bruja que sudaba por sobacos
con el pelo cortado a lo machete;
de un mentón prominente había otro
encantado de haberse conocido
que ayudaba a un anciano regordete
—recordaba a un guiñol malhumorado—
junto a una monja que había sido exclaustrada
por sustraer los bienes del convento
más la prole numerosa de sus hijos
y diversos rufianes y rufianas,
entre ellos un hieputa vasco
con tornillos puestos en la metralla;
cerraba filas uno de barbas ralas
quien se notaba que estábase cagando.
Al primero y principal de los traidores
sin miramientos hacen subir la escala
donde aguarda el verdugo con sus útiles
—infundía terror el sólo verlos—
se le ofrece, eso sí, que antes de hacérselo
confiese brevemente sus pecados
a lo que respondió que era del Barça.
Le despojan después de vestiduras
y le fijan los brazos y las piernas
a una mesa de pino allí dispuesta;
el verdugo exhibe ante las masas
una hoz de plata siniestra y relumbrante
acogida con clamor por el gentío.
Morosamente le va rajando el vientre
abriéndole en canal y mete mano
a las tripas que corta por el píloro
atándolo en su extremo en una rueda
para ir girando y devanar entrañas.
Sale por orden caliente retahíla
del esófago, el estómago, intestinos,
acompañados de vísceras anejas;
primero el largo y delgado, luego el grueso
que con el giro se arranca al fin del ano;
los pulmones aún le quedan intactos
a proferir desgarradores gritos.
De seguido secciona genitales
que exhibe en alto y luego echa a los perros;
con un hacha separa unos tras otros
brazos y piernas que arroja en una cesta;
ya por fin le corta la cabeza,
la ase por pelos y clava en una pica
que alza sangrienta y muestra al populacho.
“He aquí el felón —proclama un pregonero—
ved los despojos del traidor a la patria;
que sean dispersos sus miembros por el reino
y así llevados por todas las ciudades
inmersos en salmuera a conservarlos
y sepan todas gentes del castigo
que prescribe la ley en estos casos”.
Acompaña un letrero y se pregona
en toda villa do transitan los restos:
<<Él pretendió desgajar el Estado,
mas ved aquí su estado desgajado>>
(a vista de lo cual se iban las ganas
de acometer tales experimentos).
“Y ahora que pasen los otros reos cómplices
y le hagan compañía en el infierno”;
suben uno tras otro una docena
de aquellos principales cabecillas
que pagaron igualmente por sus culpas
cual va descrito en el procedimiento.
Rajan a un tal Rajao que cierra filas
(no era de acción sino omisión su falta);
sólo se vio una leve diferencia
en el proceso del descuartizamiento:
pues mire usté qué cosa tan curiosa,
no se pudo encontrar que hubiese güevos.
Sobrecogido despierto de mi sueño:
¡hay que ver cómo se las gastaban
en esa edad brutal del medioevo!.
© albertotrocóniz / 17
Texto: de “PASTORES DE PUEBLOS…”
Imagen: "Buey en Canal" de Rembrandt (1655)
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