Pocos placeres en la vida pueden
comparar a solearse en la cubierta
del buque que de Nápoles zarpando
nos lleva por las aguas de Sorrento.
La isla de Capri dejamos hacia un lado,
la costa amalfitana nos saluda;
gaviotas que inmóviles se ciernen,
la fresca brisa nos acaricia en poros.
Vivos colores los árboles cual manto
cubren de verde por filos de las rocas
de limpias crestas que obrando de murallas
con nítido fulgor parten el cielo.
Y mellan el candor del horizonte
que como gran toronja se dilata
haciendo de sí mismo paradoja,
tentando hacia sus límites inmensos.
La estela en el azul allá nos lleva
formando suaves ondas inocentes
sobre el líquido abismo que subyace
con vidas sumergidas expectantes.
El Vesubio en trasfondo cual un cíclope
sesteando al sol de esta mañana hermosa
con el ojo dormido; despertara
y cambiase del todo el panorama:
como un perro tendido al que su dueño
airado por descanso interrumpido
con una voz tan solo ya pudiera
lanzar contra el intruso visitante
… y lo que equívocamente antes tomásemos
en montaña, ya en fuego trasmutada
volase contra el barco con fiereza
como piedras que arroja al agua el amo.
Pero mientras, el sol luce tan alto,
la brisa es fresca, la mar es tan cerúlea…
y el sentido de ser, de estar tan vivo,
en comunión intensa con el todo
… de ser Yo Soy y creo el mundo por tanto.
© albertotrocóniz / 17
Texto: de “POEMAS DEL GOZO”
Imagen: “El Vesubio y la Costa Amalfitana”
de “FOTOPINTURA”.
Otros enlaces “Post”-relacionados
en el tablero “POEMAS DEL GOZO Y DE LA SOMBRA”
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