sin nada que beber, el sol quemaba;
di de bruces por tierra allí esperando
a una muerte segura que llegara.
En despertando ví que era atendido
por una hermosa joven de ojos negros
que a través de los velos me sonreía,
y reviví en mi ser al darme su agua.
La aguadora ofreció que me uniese
a caravana que cruzaba las dunas;
montados en camello proseguimos
en largo viaje hasta noche cerrada.
Cabe un oasis se alzaba un bello templo
que iba bañado por la luz de la luna;
con tres llamados de la aldaba en la puerta
se abrió y dió pasó a una sala en penumbra.
Por largo tiempo yo apenas distinguía
hasta que al fin un rayo plateado
filtrado de un vitral hizo que viese
en sitial elevado una figura.
Era aquel trono tallado en piedra cúbica
color de la ceniza, un aerolito
que se asentaba entre otras dos columnas
una de mármol blanco y la otra oscuro.
Formaban el umbral que daba paso
a un huerto de granados florecidos
donde el rumor de una fuente podía oirse
trayendo gran fragancia en su frescura.
Formaban el umbral que daba paso
a un huerto de granados florecidos
donde el rumor de una fuente podía oirse
trayendo gran fragancia en su frescura.
Ví era la joven, se cubría ahora en manto
azul intenso tachonado de estrellas,
como cuerna de vaca lucía un tocado
rematado en su mitad de un disco aúreo.
En el pecho, una gran cruz bordada
de iguales brazos de hilos de plata y oro
y entre sus manos sostenía enrollado
un papiro en que podía leerse “TORA”.
de iguales brazos de hilos de plata y oro
y entre sus manos sostenía enrollado
un papiro en que podía leerse “TORA”.
La faz envuelta en amplio y sutil velo
y cual en broche su sonrisa enigmática;
un creciente lunar que refulgía
un creciente lunar que refulgía
bajo los pies como escabel pisaba.
Sus ojos penetrantes me miraron
escudriñando en el fondo de mi alma
como diciendo “¿qué quieres extranjero?,
¿qué has venido a buscar a esta morada?”.
Pregunté: “¡Oh señora ¿quién eres?!”.
Pregunté: “¡Oh señora ¿quién eres?!”.
“Yo soy la Ast egipcia, la Isis griega,
soy la Gran Madre, yo soy la Diosa Blanca,
yo soy Cibeles flanqueada por leones,
y soy María en tradición cristiana,
yo soy el Yin, el polo femenino,
… soy tu ánima; y ahora es tu turno: ¡habla!”.
yo soy el Yin, el polo femenino,
… soy tu ánima; y ahora es tu turno: ¡habla!”.
“Hermosa joven apiádate del hombre
que cruzando el desierto a poco muere,
y al que un extraño designio aquí ha traído
hasta tus pies que besa, ¡oh veneranda!.
“Puse mis pasos sobre árido desierto
que me llevó perdido entre las dunas,
azotado en tormentas por la arena,
abrasado del sol, y helado en noches.
“Busco un jardín del que oído hablar a ancianos
el cual se esconde oculto en algún punto
donde felicidad mana por siempre
brotando en surtidor de lo profundo.
“Quiero beber de ese agua incorruptible,
calmar mi sed y mi hambre de infinito,
no decir más: "bebí y estoy sediento,
nunca sacié aunque probé mil frutos"”.
“Has llegado por fin hasta esta sala
—dijo— que es el comienzo y punto de partida
hacia un lugar cercano pero ignoto;
¿pondrás ahora los medios necesarios?”.
“No deseo otra cosa noble virgen
si tú provees mi alma con consejos
quizás un día pueda alcanzar la meta,
y llegue al fin a ese jardín ansiado”.
“Has de empezar por descorrer el velo
de la ignorancia que en ojos te ha vendado;
estos escritos esconden los secretos
guardados por los siglos como arcano.
“Estúdialos muy atento y sólo cuando
puedas al fin prescindir de consejos
porque tu propia luz te guíe en camino,
podrás ya dar sin tropiezo último paso.
“Al fin verás que tú fuiste la meta;
que son lo mismo el camino y lo andado,
que la fuente y la sed es sólo uno,
que al cabo el buscador es lo buscado
… Tú y Yo en jardín que brota en mil granados”.
© albertotrocóniz / 17
Texto: de “RITOS, MITOS, SÍMBOLOS”
Imagen: “Suma Sacerdotisa”
Arcano II del “Tarot de Rider-Waite”
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en el Tablero “POEMAS DEL SÍMBOLO”
http://albertotroconiz.blogspot.com.es/2017/05/encuentro-con-la-gran-sacerdotisa.html
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