Desconfía cuando alguien mucho diga
"yo, yo y yo", por aquí, por allá, por todos lados;
¡tanta gente se auto-erige en diosecillos
cada cual en el centro de su esfera!;
y en el centro de ese centro está su ombligo
como si un agujero negro fuera
absorbiendo hacia él mismo lo que encuentra:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo;
que se apiade del de enfrente desespera.
Del pronombre personal usa el prohombre,
el político de turno que endiosado
por parcela de poder que viene grande
cree las cosas por su causa se sostienen
y ora gusta de encumbrar o que se abajen
otros niños que en política cortejan;
ya apuntaba en sus juegos infantiles
Marianito, ese niño repelente:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
sube —o baja— con su yo-yo la escalera.
—al escuchar a cierto personajillo
de esos "gurues" que aparecen en los medios—
en anotar ocasiones que dijera
"yo, yo y yo"... la esperada palabrita;
según mis cuentas, en un cuarto de hora,
lo sacó a relucir por treinta veces,
lo que arroja una media impresionante
de dos ítems de sus flatos por minuto
expelidos inclementes por tal césar;
traía sones ese viento maloliente:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
desde el vientre hiper-hinchado de su ego.
Inaguantable es alguna tertuliana
(aquí llevan la palma ciertas féminas)
"chupando de micrófono" cual de falo
—que natura no le dio por otras vías—
con que agredir como en relación sádica
con tal apéndice al resto de la audiencia
y emitiendo en orgasmos insufribles
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
cual cotorra salida (de su percha).
De seguro que todos conocemos
al pariente, al amigo o enemigo
insensible a lo que pase, ciego y sordo
al resto de los demás que le rodean,
sólo víctimas que pone a su servicio
feligreses en el culto al propio ego
que en efecto es el centro de los mundos,
se cree sol que a las cosas ilumina:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
ya que sin él no giraría el planeta.
Muy de temer son por cierto esos pesados
a quienes cuando saludas les preguntas
en fórmula convencional de cortesía:
¿qué tal?, ¿cómo te va?, ¿qué es de tu vida?;
tomado al pie de la letra te responden
relatándote toda su biografía
donde escupen consabida muletilla:
"yo, yo y yo", por arriba y por abajo
como arena en los ojos que te ciega.
Entre tales merece un lugar aparte
el cansino hipocondríaco y obsesivo
ilustrando de “pe a pa” sus avatares
insistiendo en especial en temas médicos
con las veces que le toca la pastilla
de su hígado, su riñón, o cuánto mea:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
pues su cuerpo es para él la panacea.
Siempre hay un compañero en el trabajo
que castiga con relatos increíbles,
donde, ya lo adivináis, protagoniza
él solito asombrosas peripecias:
deportivas, amorosas, financieras…
como gota desde un grifo mal cerrado:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
uno espera que la próxima ya venga.
Soy “la hostia”, “el copón” y “la repera”,
soy el rey y en el fondo soy mendigo
de ese lustre que demando de los otros;
denme ya por caridad un bocadillo
de atención, de admiración, de pleitesía
a saciar al monigote que devora:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo,
quédense —se lo imploro— boquiabiertos.
Cuanto más "yo, yo y yo" más desconfía
del grado de madurez del interfecto,
se ha construido un personaje, una estructura
toda falsa con sus propios pensamientos
que por cierto son bellos y laudatorios
—"yo, yo y yo" por arriba y por abajo—
para el jefe (que es él mismo) ¡oh gran sorpresa!.
Examina sí eres tú de los que dicen
todo el rato la dichosa palabreja,
la intención es muy correcta, no la forma:
el yo pequeño es sólo la referencia
a algo grande que intuimos de por dentro,
al YO profundo que es lo único que existe
y sustancia a máscaras autoimpuestas;
¿"yo, yo y yo" por arriba y por abajo?…
asesina al monigote en cuanto puedas.
¡Déjate en paz de andarte por las ramas
y vete a la raíz en lo profundo,
al verdadero YO SOY que te sustenta!
que es el mismo de los otros, dioses, mundos;
al fin y al cabo si eres el dios…
¡despierta!.
© albertotrocóniz / 14
Texto de: “TAL COMO LO VEO”
Imagen: de “FOTOPINTURA”
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