A la vista del tríptico de "El Bosco"
contemplo la andadura fatigosa
donde nos pinta metáfora de metas
de alcanzar fama, honores y dinero
… y si es que ya instalados en la cima
lograr perfecta dicha y luego el cielo.
Vigente hoy día también como fue antaño,
no sé si mueve a la risa o al llanto
tal espectáculo: feria de vanidades
de monigotes que con fervor se aplican
al más trepar a engaños autoimpuestos
(humo de pajas: el carro oculta incendio).
De esas trivialidades aborrezco
pues lo importante se escapa entre los dedos;
con toma y daca, su ceremonia, afanes
imbuidos de egoismo romo y feo
abruman cargas de vida cotidiana
dentro del fango de un lodazal espeso
e iniquidades en el discurso lógico
hacen hundirse en conflicto los desvelos.
El mundo sufre por razones muy válidas
lanzado ciego en pos de una quimera
que es la felicidad como un objeto
a ser logrado (con trampas) en comercio;
en verdadera edad de hierro hoy nos vivimos
donde se pecan pecados sin perdones,
esos que oponen mentiras contra espíritu
con gran descaro invertidos los términos.
El beber de la fuente, tal la dicha
que es en el Yo que en lo profundo ahonda,
brota de sí, manantial y torrente
y con su canto hace el mundo más bello
siendo la vida en el contacto íntimo
con el Ser que en intuición nos mueve
a otra visión —aun opuesta a "la práctica"—
que refleja verdad y no mil sombras
y hace presente aroma de lo eterno.
El rebelarse y ser incomprendido
defenestrando fantoches que pretendan
hurtar los pasos que busca andar el alma
… asumamos gustosos ese riesgo.
© albertotrocóniz / 14
Texto: de “LA BÚSQUEDA INCESANTE”
Imagen: “El Carro de Heno” (1500)
de El Bosco, Museo del Prado
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