La humanidad se vive de por siempre
en absurdo total; no hay que extrañarse
de los males que aquejan desde eones:
son las premisas las que resultan falsas.
Hay algo muy profundo que es erróneo
en la imagen que tenemos de las cosas,
de nosotros y del mundo —Dios incluido—
y es que son sólo ideas, son conceptos.
Llamamos realidad a lo que es sueño:
meras imágenes hechas de claroscuros
que se mueven y agitan en pantalla
animadas por luz del pensamiento.
Pantalla y luz son reales, lo otro engaño
basado en falsedad de espacio y tiempo,
dos constructos mentales, armazones
para erigir monumental tinglado.
Sólo es real el aquí y el ahora,
lo demás es como un espejismo
en paradigma habitualmente mantenido
sobre mundo, hombre y Dios, y es como sigue:
Existe un universo por ahí fuera
de objetos alejados en galaxias,
con sistemas solares cual el nuestro
(aparte claro, de la materia oscura)…
y nosotros montados en la esfera
llamada Tierra y en ella otros objetos:
las rocas, plantas, animales y hombres,
y dentro en hombre un pequeño cerebro
… que lleno de circuitos va y produce
inducido de estímulos eléctricos,
una mente con muchos pensamientos
(estos que aquí ahora plasmo, por ejemplo).
Y además de tal cuadro en el espacio,
que es tridimensional en cajas chinas
—o si se quiere, como en muñecas rusas—
desde galaxias hasta átomo en cerebro…
todo discurre moviéndose en el tiempo:
una línea muy larga con origen
quizá en “Big Bang” y hasta ahora; en adelante
proseguirá perdiéndose en el tiempo (?).
Si un eslabón de esta cadena rompe
ya sea galaxia, planeta o mi cerebro
lo que hay detrás se pierde irremisible
y se plantea el gran enigma: muerte.
Y ante la muerte, un Dios en que proyecto
mi afán de eternidad como un objeto
que se vive pequeño y contingente
frente a la inmensidad abrumadora.
Ya habiendo creado un dios, por mismo precio,
le asigno omnipotencia y omnisciencia
que explique aparición del universo
y el resto del tinglado: yo y los otros.
Pero —lo siento— todo ello bien mirado
tan sólo son meras suposiciones,
inferencias que hacemos sin contraste;
la experiencia directa es la siguiente:
Todo es percepción en mi conciencia
que única es en el aquí y ahora;
no hay espacio ni tiempo y la materia
si se analiza, también es pensamiento.
Puedo soñar con elefantes rosas
que extraña droga induzca en el cerebro
y decir corresponde a realidades;
tal es siempre —en el fondo— lo que hacemos.
El hecho estricto en pura ciencia empírica
es tan sólo la experiencia directa
de aquella sensación en mi conciencia
(no lo hace realidad que otros lo sueñen).
La existencia exterior: sólo inferencia
de percepciones de objetos de conciencia
que aparecen en ella en este punto
donde yo soy el creador del hecho
… y eventos enhebrados por el tiempo:
una invención también del pensamiento
que presta duración continuada
a lo que es sólo real en el instante.
Todos son contenidos de conciencia,
todo es en la conciencia percibido,
nada existe si retiro la conciencia
de la inmensa variedad de los objetos.
El mundo no me incluye como un cuerpo,
el cerebro no encierra al pensamiento,
el pensamiento no acota a la conciencia;
es más bien al revés, Conciencia es todo.
A veces la Conciencia tiene un cuerpo
en el llamado estado de vigilia;
con el ensueño difumina sus límites
y en el sueño profundo ya lo suelta.
Y quien dice del cuerpo dice el mundo
y planetas, y soles y universos,
y a los otros, y dioses y demonios;
pues todo ello es creación del pensamiento.
En el cosmos no soy un simple objeto;
es el sujeto YO quien tengo a todo,
no hay otros, mundo o Dios a pelearse,
yo soy tan sólo, YO SOY, esta es la clave.
SOY presencia que lo sustenta todo,
SOY el amor que todo lo unifica,
SOY la conciencia eterna e inmutable,
lo que conoce, puro conocimiento.
… Sí, ya lo sabes: eres el Dios, ¡despierta!.
© albertotrocóniz / 14
Texto: de “LA BÚSQUEDA INCESANTE”
Imagen: “Ouroboros”
de “DIBUJO Y PINTURA”
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