Pareciera juguete de titanes;
¡cuán sugerentes las formas de esas masas!;
la oblonga cúpula se corona con verdes
inmarcesibles del cobre en hojarasca.
En potente tambor que la sustenta
y en el cuerpo debajo aterrazado
—subrayado en molduras y cornisas—
de entrantes y salientes piel curvada.
Pórtico hexástilo de elegante orden jónico
enfatizando en el conjunto el eje
a los cuerpos gemelos, pabellones
donde a la noche pernoctan los arcángeles.
Basadas en ciclópeos pedimentos
dos columnas trajanas vigilantes
protegidas de ocho águilas doradas
como en faros posando en sus terrazas.
¿Son columnas del templo salomónicas?;
sugiere tal que exhiban espirales;
¿son Columnas del Hércules de Hispania
reivindicando derechos sucesorios?.
(Carlos VI emperador Habsburgo
disputa el trono español a Luis XIV
y el proyecto promueve propaganda
en donde Karl también libra de plaga.
Dobles sentidos, aquí todo capricho
porta un mensaje que nunca es caprichoso;
ensálzase el poder en dos niveles:
el estatal al de la Iglesia unido).
Perfecta sinfonía del barroco
ascendiendo por gradas hasta esfera
dorada que en lo alto se remata
coronada de cruz en “axis mundi”.
La música es callada pero audible
—no aquí el silencio de una nave románica—
sino un canto u hosanna que celebra
el gozo de vivir tras la amenaza
… de la plaga de peste atrás sufrida;
motivo de erigirse como ex-voto
de acción de gracias a Borromeo y Carlos
por la salud de nuevo recobrada.
Una canción de agradecido gozo
en la ciudad que a los pies se congrega
representada por una plaza en óvalo
a la orilla de la amplia escalinata.
Dentro estanque central reflejan fondos
—junto a los cielos con aves invertidas—
de escalinata, pabellones, pórtico,
dos columnas trajanas, tambor, cúpula…
que en puro arte transcienden circunstancias.
¡Oh qué sorpresa al penetrar ya dentro!
dorados en remates allá se elevan
captando el ojo que, al tiempo los divisa,
hacia lo alto se lo llevan en vuelo.
Y alcanza cumbres de bóvedas pintadas
en un cielo producto de la mente
tratando en seducir con su riqueza,
su exceso, su infantil exuberancia
… como en salón colmado en mil figuras:
las de la Trinidad, de Jesucristo,
Virgen, Evangelistas, la Justicia,
y otros muchos emblemas alegóricos.
Ricos jaspes y mármoles de ornato,
decoraciones: volutas, balaustradas,
vidriados ventanales en que cielos
de auroras y ponientes filtran dentro.
Como un juguete de internos mecanismos:
caja de música por sobre danza un ángel
y guarda en su gaveta algunos dulces…
yo me abandono gustoso a sus engaños.
Nata montada semejan las nuvolas
del remate en telón de fondo al ábside;
símbolos sacros y letras en hebreo
escritas en un oro preso en llamas.
Flanquean por los lados balconadas
dispuestas en un hábil trampantojo
a dar profundidades a ese ámbito:
espacio teatral para la misa.
¡Oh boca abierta de paladar dorado
es extremosa talla la del púlpito!;
desde allí parecen que aún oyéranse
los tonantes sermones de otra época.
Maderas sólidas las de bancos en óvalo
que se adaptan a muros circundantes
reflejando las formas del perímetro;
parezcan un violín desde lo alto.
Cual un fractal repítense en escalas
—de la mayor del cuerpo de la cúpula
a las menores de aquellas de capillas—
las formas musicales recurrentes.
Un mundo conteniéndose a sí mismo:
el mensaje de un tiempo en la memoria
en intento de ser más inocente
aun inmerso en orgías de dorados.
III. SALIDA
Andar afuera, sentir dando en la cara
el frescor de la tarde despejando
si no del todo, tan grande borrachera
con ese vino a aquel que vino a Viena.
Por tal asombro y retos asumidos
¡gracias te doy Johann Fischer von Erlach!.
© albertotrocóniz / 14
Texto: de “CARNET DE VIAJE”
Imagen: de “FOTOFILTRADA”
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