un alto surtidor que el viento arquea, …
—Octavio Paz en “Piedra de Sol” (1957)—
Busco en tus ojos extraña Melusina
el instante de luz que se abre al patio,
a la arcada de luz en que te bañas
silenciosa saliendo entre racimos.
Busco en tu nombre: Perséfona, María…
tu nombre de montaña y de sus selvas
con cántico de pájaros y peces
y sirenas, del mástil desasido.
Busco tus ojos en el desfiladero;
me aferro a las lianas de tus labios
con vértigo a los pies: acantilado,
balcón que se abre a la plaza en bombardeo.
Busco en mi soledad como en incendio,
busco en tu soledad como en durazno,
en su piel me abro paso a dentelladas;
tentando mi futuro alcanzo el hueso.
Voy por tus labios y luego te recorro
mas te haces inasible como un sueño;
recorro un firmamento, sólo es nube:
jinete allá en lo azul, de agudos filos.
Escribes la belleza indescifrable
sobre mi piel cubriéndola de heridas
y piedras en la sien de lo soñado:
la soledad es dos que el mundo niega.
Tus pensamientos son pájaros que anidan
en mi árbol roto, la savia es tu mercurio;
su sombra da refugio a los leones,
el fruto venenoso es compartido.
Tú flecha eres lanzada a los espacios,
yo escudo de cristal a tu mirada,
desnudo a la mirada de los siglos
hacia el instante ya ido convocado.
Despeñado por el desfiladero
al encuentro fugaz de nuestra cita,
a tu encuentro, sediento de lo eterno,
en engranajes que giran desbocados.
Busco en tus labios el fuego que me marque,
busco en tus pechos la tierra prometida;
un ataúd lanzado a la Dogana:
música azul de peces rodeado.
Me enredo en los cabellos de tus algas
entre el légamo verde de los fondos,
por los corales donde recrea el bosque
en incendio que al mar has provocado.
Aerolito venido allende el tiempo,
partícula de luz que me despeña;
se despeña en mi cuerpo en verticales
contrapeso al péndulo del astro.
Alcanzo en espirales tus contornos,
me acerco, o eso creo, a tu regazo
pero me hallo aún lejos de su centro
para saber qué dice mi condena.
Se exhiben en pancartas mis fracasos;
de ti inasible vislumbro la figura
que en la niebla se aleja en automóvil;
mi pan lo encuentro poblado de gusanos.
La sangre mana en víctima inocente
de entraña carmesí que está latiendo
del fondo de la vida en entredicho
negando sean de nieve sus ribazos.
Los perros del trineo están exhaustos
y cae la noche y el frío nos invade;
ya siento el magnetismo de tu polo
y resquebraja el hielo sobre el lago.
Busco en tus ojos extraña Melusina
el instante de luz que se abre al patio;
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea…
© albertotrocóniz / 13
Texto: de “POEMAS DEL PROFANO AMOR”
Imagen: de “PINACOTECA"
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