¡Evohe! ¡Evohe!
¡que viene de oriente Dionysos!,
el hijo de Zeus y de audaz Sémele
quien fue por la luz abrasada
al ver al amante en su gloria.
Al embrión rescatado del vientre
el Padre lo incuba en muslo celeste
y nace por ello de dios, no de sílfide;
y así como a un dios yo te honro.
De entraña de ninfa y glúteo de Jove,
por eso te dicen “nacido dos veces”
y canto este himno a exaltarte
¡el Dithyrambós!.
¡Evohe! ¡Evohe!
¡que llega de oriente Dionysos!
quien de modo fácil confunde a mortales;
pues ya los amarra en troncos de vides,
ya al pirata necio en delfín transforma,
y de mil maneras escapa en prisiones.
Muy dura resulta después la venganza
de quien a su culto osa hacer ofensa,
que luego los cuerpos desmembra
¡ya sea con diente o con hacha!.
¡Evohe! ¡Evohe!
¡que arriba de oriente Dionysos!,
el dios que nos brinda la vid fermentada
que nos enardece, que nos enajena,
libres de deberes, libres de tareas,
con ello a sus ritos nos llama:
por fuera de toda ordenanza
convoca en los sexos la llama
¡oh tú el que berreas y bramas!.
¡Evohe! ¡Evohe!
¡que ha vuelto de oriente Dionysos!,
vayamos aprisa a su encuentro;
dejemos las faenas caseras,
dejemos ya todo negocio,
dejemos la polis y el ágora,
que es gran día de fiesta;
¡salgamos por fuera murallas!.
¡Evohe! ¡Evohe!
¡que esta aquí presente Dionysos!,
llenemos repletos los odres de vino,
cojamos la flauta y panderos,
vistamos las pieles de corzo,
portemos el tirso derecho,
trepemos al monte
… y ¡seamos las fieras!.
¡Evohe! ¡Evohe!
¡mirad el cortejo de oriente, es Dionysos!
montando un gran carro que tiran leones
y lleva a su lado danzante cohorte:
sátiros, bacantes, silenos y ménades.
¡Qué joven tan bello quien viene de lejos!;
luciendo en la frente dos cuernos pequeños
que tapan apenas sus rizos dorados
y lleva en corona serpientes y hiedras.
y lleva en corona serpientes y hiedras.
Los ojos de almendra los tiene rasgados,
sus labios repletos de miel son panales,
sus manos sujetan el tirso cual falo
y el cuerpo va apenas cubierto
¡de piel de pantera enlazado!.
Evohe! ¡Evohe!
¡sigamos al monte florido a Dionysos!,
vayamos en pos del dios y su séquito;
huyamos romeros al campo,
al prado esmaltado,
y allí cantemos los cantos
y allí del vino gustemos;
allí apresaremos corriendo a los corzos
que desmembraremos vivos devorándolos.
Los unos con otros juntos danzaremos,
nos revolcaremos por montes y sotos
y en sagrada orgía nos coyundaremos:
que el semen vertido por campos sembrados
hará que fecunden y del suelo broten
¡el vino, la leche y el néctar de abejas!.
¡Evohe! ¡Evohe!
estamos aquí las bacantes en torno a Dionysos
¡tú que nos das a beber de la vid fermentada!
que nos enajena, que nos enardece
¡y de que manera!;
lejos los deberes, olvido a tareas,
que hoy madres no somos,
¡hoy tan sólo hembras!.
Viril cubre a todas,
aporta divina simiente
que alumbre en nosotras héroes imponentes
que hagan grandes hechos que vivan por siglos
porque nuestros hijos humanos no duran,
enferman y mueren, ¡la obra no perdura!.
¡Evohe! ¡Evohe!
¡a solas estamos las hembras contigo Dionysos!,
¡en el gineceo, bramas y berreas!;
tocamos tu flauta, y tus castañuelas,
¡oh tú que tan bien nos bureas!,
¡oh joven tan bello de oriente!,
tus miembros son tersos, tu falo turgente;
¡vierte ya en las ménades por dentro y por fuera!.
Que el semen sagrado se esparza y se extienda
en húmedos sexos y en suelos,
fecundando vientres, fecundando tierras,
que rinda su fruto en vidas y en vides,
en hijos, rebaños, en nietos y en panes;
y que con tus mieles…
¡revienten panales!.
¡Evohe!, ¡Evohe!, Dionysos ¡Evohe!.
© albertotrocóniz / 16
Texto: de “POEMAS DEL MITO”
Imagen: “La Dance”
de Henri Matisse (1910)
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en el Tablero “POEMAS DEL RITO, EL MITO, EL SÍMBOLO”
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