Qué espectáculo sombrío y fascinante
estar sobre la superficie helada
del planeta Plutón viendo a Caronte
por encima o acaso de por frente
(según la posición respecto al eje
que une ambos en barra halterofílica)
como un enorme globo amenazante
colgado en cielos inmóvil en un punto
sin por jamás ponerse en horizonte.
Pluto y Caronte, cuán extraña pareja
viajera por el éter solitaria:
bien como amo y su perro en el paseo
cogido del dogal por la correa
donde el can dé círculos en torno,
o también como patinadores
que mutuamente asidos de las manos
trazan en hielo elipses y espirales
en cósmico turbión que a entrambos lleva.
Estigia, Nix, Hidra y Cerbero afuera
son otras lunas que en la coreografía
entran y salen de la escena del baile
aun de manera rara impredecible
obedeciendo a gravedad cambiante
del par masivo variando posiciones;
danza un tanto macabra en la penumbra
entre montañas de hielo circundantes.
Lejos el Sol —brilla muy débilmente
con tamaño aparente de un guisante—
amanece y se pone para el ente
bicéfalico de Plutón y de Caronte
durante un día (que nuestros duran siete).
En la amplia soledad que tal acoge,
el par protagonista y su cohorte
describen alargada trayectoria
por más rebelde al camino trillado
de otros planetas en plano de la elíptica:
discurre en pronunciadas estaciones
a lo largo de un año que aquí vale
como 250 del terrestre.
Un Sol ya antiguo aquel que trae el rayo:
la radiación salió hace cuatro horas;
nadie podría montado en ese ave
de luz que en un futuro nos transporte
en viaje planetario a este destino
escatimar un tal tributo al tiempo,
y extraño privilegio será al cabo
tarde gozar del astro cuando estalle.
Entre el Sol y la órbita de Pluto
encontramos a todos los planetas:
sus lunas, sus anillos, sus satélites…
el más próximo Neptuno, y muchas veces
nuestro proscrito, a fuer de inconformista,
incursiona por dentro de su órbita
para que el último resulte el del tridente.
Durante un lapso que dura veinte años
hace Pluto dejación de funciones
como perro guardián de aquellos mundos
de un sistema solar en el que sirve
de can Cerbero con la cabeza múltiple
recorriendo fronteras que establece
el Cinturón de Kuiper en muralla
con el resto del cosmos que hay por fuera.
Plutón-Hades es dios de los avernos
donde el infierno es allí un sitio helado
en un perpetuo invierno y muy sombrío
que aun tan lejos, del astro Sol amado
—también padre aun sea este hijo pródigo—
un débil rayo recibe esperanzado.
Mayor la pena que en gélida mazmorra
representa por cierto la de aquella
de no ver nunca su luna que se ponga:
como un ojo obsesivo alucinado
colgado en lo alto insomne y vigilante
… mismos hechos descritos se acrecientan
—porque el globo se ve de allí más grande—
—porque el globo se ve de allí más grande—
si en vez de en Pluto, posamos en Caronte.
© albertotrocóniz / 15
Texto: de “POEMAS DE LA SOMBRA”
Imagen: de “FOTOPINTURA”
Desde Pluto se avista al Sol y a Caronte
(recreación artística)
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