Todo está bien —aunque a un nivel profundo—:
la Vida impersonal a protegerse
enmienda los caminos que ha tomado
y que a la postre la ponen en peligro;
por mencionar este ínfimo planeta:
la superpoblación insostenible,
depredando recursos limitados,
la polución del aire, de los ríos,
las ciudades, las selvas, los océanos,
la destrucción de la capa de ozono…
el despilfarro frente a pobreza extrema,
la violación de leyes naturales
en planos físicos, mentales y morales…
todo en exceso que ha traspasado límites.
Poco le importa que algunas criaturas
desaparezcan —no supone un desastre—
pues lo importante mantiene su decurso
de una heliomaquia hacia mayor Conciencia,
en donde se hace valer la homeostasis
de autorregulación de los extremos
(sea por colisión de un asteroide,
sea con virus chinos de diseño)
a retornar de nuevo al equilibrio
para cumplir con el designio arcano
hacia la Luz total, definitiva.
Tal es la meta que busca el realizarse,
tal es el bien mayor a cuyo lado
palidecen cual meros contratiempos
episodios de variados desastres:
terremotos, incendios, epidemias,
o choques de galaxias, o catarros…
donde el trauma pone en solfa conceptos
que hemos aceptado como válidos:
para empezar el que somos un cuerpo
más una mente que asedian pensamientos
plagados de temores y deseos
que decimos son propios —todo falso—
lo que acarrea inevitable el sufrimiento.
El hecho puro y duro se mantiene:
que aquello nace y vive, después muere,
donde la forma y nombres son el juego
de un espectáculo asaz maravilloso
que en pompas irisadas se recrea:
flotan un poco, luego desaparecen
mas no termina pues surgen pompas nuevas.
Ello —a niveles desde lo microscópico
al de variados mundos y universos
pasando por nosotros, por el hombre—
es oleaje en un mar de silencio.
Busca refugio al cabo en lo que eres:
ese silencio del todo inalterable
que no ha nacido, por tanto nunca muere,
que es el conocedor del espectáculo
en que se expresa renovado en disfraces,
(por veces de comedia y/o de tragedia).
Allí la Inteligencia en omnisciencia,
allí Felicidad inmarcesible,
allí es el Ser real omnipotente
que soy, que somos, allende espacio y tiempo
(¿hay algo acaso que fuera de Dios sea?)
una vez que se disuelve el ego
en el puro presente aquí-y-ahora.
En medio el temporal huracanado
da las gracias por todo lo que aún queda
y halla la salvación en aferrándote
a eso que es verdadero y aparece
cuando se hace silencio a contingencia
y revélase esplendente la PRESENCIA.