EN TRAYECTORIA VITAL HASTA LA FECHA
El océano absoluto de Conciencia
formó una ola, una mera excrecencia
que surgió al viento un día 6 de Mayo
en Madrid, 1950.
… a quien la sociedad le puso un nombre
que en este caso correspondió al de “Alberto”
para poder distinguirlo de otros entes
y fácilmente después cobrarle impuestos.
Cayó en la trampa el niño sin criterio
y erróneamente se tomó por persona
cuando se identificó con cuerpo-mente
y todos los conceptos a él vertidos
por padres, familiares, el colegio…
… en arsenal de dogmas y prejuicios
más o menos nocivos o correctos
que acarrea consigo una cultura
(gracias a dios fue la judeocristiana
que tiene en Grecia y Roma el fundamento,
a más que afortunado, caerme España).
Mi padre emprendedor y muy ingenioso
siempre haciendo negocio y con inventos;
mi madre una mujer atormentada,
apasionada y de una gran belleza,
frustrada en potencial de inteligencia
—hubiese sido extraordinaria médico—
por las limitaciones de la época;
yo fui el mayor de entre otros tres hermanos
y en pléyade de primos el primero.
Ya desde la infancia fue un leitmotiv
saber quién yo era de modo verdadero
no conformándome con aquello “de oídas"
con que adoctrinan los ciegos a otro ciego
pues algo interno pulsaba insatisfecho
con la escisión sufrida en Yo - Dios - Mundo
desde aquella unidad del paraíso
siempre añorado como intuición de base
en referencia a volver del destierro.
Algo que era el Uno originario
se había disgregado en muchas partes
—no en realidad, tan sólo mentalmente—
sustentando desazón doliente dentro;
y así inicié la búsqueda incesante
en la tarea de reconstruir las piezas
guiado por un sueño numinoso
de mi primer amor a los siete años
(quien raptada por fuerzas monstruosas
y desmembrada, recomponía luego)
en trasunto de mi alma desgajada.
Recibía el niño su alimento
… para el cuerpo quizá un poco en exceso
(crecí en una familia de hoteleros
—castillo y palacetes cinco estrellas—
mimado por abuelas y por tías);
de ser gordito tenía un gran complejo
lo que me hacía patoso en los deportes
—al menos los de equipo con pelota—
decantándome por lo peripatético:
con otros cuantos niños peroraba
en los jardines del patio de recreo.
El único deporte practicara
aparte del "clavo" y de las "chapas"
fuese —para extrañeza de los míos—
el boxeo en un rincón del patio
apartado de férula de curas
que pudieran habérnoslo impedido;
era un recodo en donde las escorias
(de la calefacción) se almacenaban.
No temíamos así tanto a los golpes
que el contrincante pudiera propinarnos
como el caerse sobre aquellas aristas
y dejarse —literal—la piel a tiras.
Sí, era pegarse pero conforme a reglas
"de caballeros", protegidos con guantes
(que a duras penas metía en la cartera);
recuerdo al que fuese muchas veces
mi adversario, Pepe de la Figuera,
(con sentimiento de admiración y lástima,
ya al ser huérfano, marqués de Fuente el Sol;
aunque tal no impidiese nos zurrásemos).
Luego hubo ocasión de sacar rédito
a lo allí aprendido y entrenado:
eráse que se era un pobre crío
que llegó a nuestro curso desechado
de otros colegios en donde no encajaba;
lo trajo el padre a bordo de un Biscúter
(cochecito de chapas de bidones
que incorporaba el motor de una moto,
sin marcha atrás, tampoco ventanillas).
El pobrecillo ufano se mostraba
de ser llevado en el "descapotable”
de ida y de vuelta en él todos los días
por un padre abnegado y preocupado
a no dudar por encaje de su hijo
entre las bestezuelas consabidas.
Su aspecto físico era el de un pajarito
desplumado recién caído del nido,
yo me acercaba a hablarle en el recreo
pues lo veía “más solo que la una” :
en su alma cándida privada de malicia
él no cesaba de admirar a su padre
y el "bólido" en que lo había traído.
Era sin duda alguna el prototipo
de víctima de la horda para el "bullying"
de esas de aquellas frecuentes en gamberros
a esas edades con mucha adrenalina
unida en cóctel a muy poca cabeza
ni corazón, está demás decirlo.
Entre aquellos matones había uno
—no daré el dato por si se ha arrepentido—
muy grande y zafio con quien la había cogido
junto a camarilla que le reía las gracias,
y aquello a mí sacábame de quicio.
Llegó un momento no pude soportarlo
y estando en filas para entrar en clase
le hice ver esa conducta indigna;
me amenazó, amagó un puñetazo
que yo esquivé lanzándole un directo
en plena jeta, quedose anonadado;
quizás de mí aquello no esperaba.
En adelante cesó de molestarle.
Tuvo la mente durante aquellos años
formación e información algo indigesta
para mi estómago delicado en extremo
de aquel menú servido en el colegio
capitaneado por padres jesuitas
con el marchamo de la Contrarreforma
y engullendo asignaturas y rosarios
junto a traumas variados a ello anejos.
Se nos decía pensásemos en fútbol
para alejar los malos pensamientos;
a mí que el balón-pie no me ha gustado
tenía que confesarme casi a diario
presa de escrúpulos y de remordimientos.
A un chico hipersensible y retraído
no le iba para nada aquel estilo
de cuartel trufado de convento
a toque de silbato y de medallas
en un escalafón "romano imperio"
(a más de calamares en su tinta
que a neumáticos "Pirelli" hacían buenos).
En contrapunto el recuerdo luminoso
de las clases de dibujo que gozaba
sobre todo saliendo a la pizarra
transformando en elefante un garabato;
el dibujo fuese al cabo único campo
en que era superior a compañeros.
Señor "de Paz" —que tal era su nombre—
fue profesor al que estoy agradecido;
también lo estoy hacia el padre Chamorro
que me ponía diez en redacciones,
y al que incitase mi interés por la Física
el señor "de Vicente" —un gran irónico—.
En conjunto acabé más bien ahíto
poniendo en solfa todo lo recibido
y atravesando unos años escépticos
(a Bertrand Russell tomaba de modelo).
La religión cambiase por la ciencia,
el paradigma que creía verdadero
y me especializaba en la carrera
que al principio elegí de Ciencias Físicas
(postergando mi vocación artística)
esperando desvelar el misterio
que encierra realidad en sus adentros.
Devoraba el Álgebra Simbólica
como antídoto de un mundo asaz perfecto
a las guardias que hacía de la mili
que simultaneaba con estudios
y me chupase como "voluntario"
por el lapso mostrenco de año y medio
(donde junto a Almodóvar llegué a cabo).
Otro punto que fuese positivo
en medio de aquel páramo desierto
fue trabar amistad con el poeta
Luis Alberto de Cuenca —soldao raso—
(alto cargo y director que luego fuera
de la Biblioteca Nacional de España)
yendo de libros y chicas por Europa
y a tertulias en círculos poéticos.
De aquella época guardo grato recuerdo
de D. Alberto Galindo el catedrático
de Física Fundamental y de Partículas
discutiendo con él —yo de uniforme—
de intrincados conceptos de la quántica,
quien me ofreció colaborar en su Departamento.
Empero en el transcurso caí en la cuenta
que no se decía el qué, tan sólo el cómo
de las leyes que dictan el engaño
de la materia, del espacio, y del tiempo,
los cuales mantenían su secreto
pues nunca se alcanzaba a definirlos
topando en ello indefectible en hueso.
Terminé, aunque decepcionado,
y no viéndome a mí con bata blanca
por mis días en un laboratorio,
ni tampoco en ratón de biblioteca,
siguiendo incontenible impulso fáustico
(Goethe fue siempre inspiración y ejemplo)
decidí huir de redomas y legajos
embarcándome en algo en que se aunase
lo práctico a lo bello: Arquitectura,
la que cursé con entusiasta esfuerzo
(a Frank Lloyd Wright tomaba de modelo).
Fuese también de cuando en los inicios
que buscando limpiarme de residuos
acumulados por antiguos conflictos,
inicié un proceso de psicoanálisis
bajo la dirección de Luis Cencillo.
Otra vez los sueños fueron cauce
para traer a la luz el inconsciente
plagado de demonios familiares
que es iceberg contra el que naufragamos
al no ver los escollos sumergidos.
Desde aquel sueño inicial que refiriese
he dado una gran importancia
a los mensajes que nos transmite el símbolo;
de la obra de Jung —admirable maestro—
para orientarme con frecuencia he bebido.
Prosiguiendo en búsqueda incesante
tras de mi alma perdida en vericuetos,
al fin los dioses oyeron mi plegaria
y enviaron la adecuada compañera.
La divisé en su vestido fucsia
y algo en mí dijo: "la conozco de siglos";
algo más tarde la abordé en una fiesta:
"sabes, me da te pega seas piscis"
(se sorprendió pues acerté de pleno);
luego en la nieve le pedí matrimonio,
desde entonces ha pasado algún tiempo…
Me casé con gran mujer: Cristina
y con ella he tenido a mi hijo Alberto
(ambos dos son también arquitectos)
y entre todos nos llevamos “de película”,
cosa de agradecer en estos tiempos.
Con respecto a otros hijos —ya mentales—
he pergeñado numerosos proyectos
y construido algunos edificios,
no demasiados, si bien de todo tipo
en rehabilitación y en obra nueva:
residencial, comercial, educativo,
religioso, asistenciales, deportivos…
Me considero un mal arquitecto
pues no tengo habilidades comerciales
y porque el cliente pide gato y yo doy liebre
aunque al cabo me cueste a mí dinero
y al otro muchas veces le dé miedo
(solamente el trípode se tiene
con un buen constructor, un buen cliente
y por supuesto si hay un buen arquitecto).
Asimismo he enseñado asignaturas
de Estética, Composición e Instalaciones
bajo D.Víctor d´Ors y Pedro Rubio
en la Escuela Superior de Arquitectura
durante más de treinta y cinco años;
de los cuales, en la última década,
atendiendo una creciente demanda
de probables futuros emigrantes,
impartí todas mis clases en Inglés.
Lo hice siempre de profesor asociado
para compatibilizar con el trabajo
que requería mi labor de empresa
regentando un par de sociedades
familiares de tipo inmobiliario.
Aprovechando formación ambivalente:
la científica y la arquitectónica,
investigué también sobre energética
en las realizaciones edificatorias
con el parámetro de su "Factor de Forma"
descubriendo una ley y un teorema
(que reduce a dos, tres dimensiones
en los problemas térmicos planteados
por las figuras en su inicial diseño)
Las consecuencias muy interesantes
para el ahorro de energía en las primeras
decisiones que se toman en bocetos
constituyeron el tema de la tesis
con la que conseguí mi doctorado,
y he difundido en algunos congresos
tanto en España como en el extranjero.
Después me dio por la literatura
frisando ya la edad de los sesenta
siendo yo el primero sorprendido
al encontrarme escribiendo poesía
e ilustrándola con dibujos diversos
como al dictado de insospechadas fuerzas
dándole cauce expresivo en la bitácora
o blog en internet que he titulado
"de (casi) todo lo humano y lo divino”
desde agosto 2011 hasta la fecha.
Mas nada sacia ese hambre de lo eterno:
ni religiones (si escritas con minúsculas),
ni la ciencia, ni más conocimientos,
ni las artes, ni la literatura,
ni las realizaciones construidas,
ni los negocios para ganar dinero.
Nunca cesé en leitmotiv que dije
de descubrir la realidad que era
y me asomé en tal sentido a campos
espirituales, inclusive esotéricos:
al I-Ching tomé por consejero,
el Yoga, el Zen, Mancias, Astrología
donde alcancé una cierta maestría
viendo allí refrendados mis complejos
(… el eje Tauro-Escorpio por ejemplo
que presenta mi Sol con Ascendente
más el regente Plutón en Mediocielo
haciendo a todos ellos cuadratura
en la carta natal sirve a explicarme
el interés obsesivo por el sexo
(dándole cauce —yo casado— en "Yo Poético"):-).
Tras gran despiste encontré a mi maestro
(lo que ocurrió frisando los cuarenta);
Antonio Blay hizo que como a un guante
diese vuelta a valores y conceptos
que hasta entonces había mantenido
poniéndome en camino hacia la meta;
tras de él he tenido la suerte
de encontrarme con varios, bien ya fuese
"en carne y hueso" o en libros o videos;
cito aquí a algunos relevantes
(aparte de los grandes de otros tiempos
como el Buda, Lao-Tse o Jesucristo):
Rama Krishna, Ramana Maharshi
Krishnamurti, Jean Klein, Nisargadatta,
Ekart Tolle, Francis Lucille, Spira…
y algún otro que puede verse en medios;
a todos ellos doy mi agradecimiento
por haber encarnado al gurú interno.
Ser ya la realidad yendo a la fuente
que somos de por siempre en la Conciencia
y es el observador detrás de todo,
también la observación y lo observado
de aquello que aparece en contingencia
en la ficción que es el espacio-tiempo.
Ser la pantalla que acoge la película
llamada Alberto, por él inafectada
limpia y eterna en el aquí y ahora,
mas allá de historia y circunstancias
que le tocan jugar al personaje
como expresión del Ser en las vertientes
de Energía, de Amor e Inteligencia
en la medida permita el instrumento.
Ciertos achaques parece se presentan;
crecen en entropía cuerpo y mente:
la ola completa al cabo su descenso
para rendir en la playa su espuma
y retirarse hacia el inmenso seno.
Viene una etapa de renuncia y desapego,
de irlo soltando todo —nada es mío—
todo me fue prestado y lo agradezco,
fue interesante el viaje llevado por el viento
del espíritu que sopla donde quiere;
volver desnudo, como vine desnudo,
a lo indiferenciado, al paraíso.
Veo mas allá de la llamada muerte
—que es un mero intervalo de descanso
cual el sueño supone a mente y cuerpo—
hacia otras vidas-olas que el océano
pudiera producir en el futuro
(como ha sido también en lo pretérito)
en expresión de su eterno silencio.
Al concluir escribo un epitafio
para así ahorrárselo a parientes y deudos:
El tiempo —esa ficción— midió el engaño;
su nombre —“flatus vocis”— fue el de
FERNÁNDEZ DE TROCÓNIZ y REVUELTA
nació —ellos dicen— el día
duró tal sueño tan sólo algunos años;
desperezó para ir hacia otro sueño
(ojalá no, y que haya despertado).
esa ola en el océano de vida
rindió su espuma al fin sobre la playa
y restos de materia aquí en cenizas
esperan reintegrarse a las estrellas
(acompañados —muy tarde— de Cristina).
© albertotrocóniz / 19
Texto: de “AUTOBIO”
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