Haciendo orden en el desván de casa
fui a tropezar en un rincón oscuro
con un baúl que estaba allí olvidado
con pertenencias de un viejo tío-abuelo.
No llegué a conocerlo, mas contaban
muchas veces haciendo sobremesa
de su vida azarosa aventurera;
se convirtió al Islam y fue polígamo
viajó por todo oriente, estableciéndose
en Estambul junto a sus tres esposas,
donde vendiera alfombras y perfumes
y otros enseres y cachivaches varios
en el bazar donde tenía un puesto.
Algo pasó —la cosa es un misterio—
luego amasar muchísimo dinero
sufrió terribles desgracias familiares
y desapareció sin dejar rastro;
hay gentes dicen al cabo haberlo visto
en muy diversos lugares apartados
como un espíritu errante y descontento.
Mi abuela se hizo cargo de sus bienes
pues no dejó señas ni rastro alguno,
ni tampoco familia ni herederos
dándosele por desaparecido;
fue este baúl su legado y recuerdo
con unos pocos objetos personales:
cual su retrato en oriental atuendo,
"Mil y Una Noches" en la versión de Burton,
guías de viaje y algún que otro poema
del "Diván del Oriente y Occidente";
viejas chilabas, babuchas y un turbante
que fui a ponerme por ver qué tal sentaba
cuando ¡oh sorpresa! de su interior cayese
un objeto oblongo y reluciente.
Era una lámpara de esas que hay para aceite
y que mostraba extrañas inscripciones
en la tapita de su recipiente;
por ver mejor aquellos garabatos
con el turbante froté la superficie
y para mi estupor, casi desmayo,
salió humo azul haciendo una gran nube
la cual formase la figura inquietante
de un ser extraño en bizarro indumento.
—¿Quién eres tú?, le pregunté temblando.
—Yo soy un djinn, un genio del desierto
que un hechicero encerrase en la lámpara
como regalo para un sultán sangriento
pues tengo facultad muy valorada
de poder conceder ciertos deseos
a quien sea mi amo en el momento;
mas me maldijo de no ser liberado
si al cumplirse aquellas peticiones
el demandante no fuera satisfecho.
He pasado por muy diversas manos
durante siglos; llegué a tu tío-abuelo
y aquí me tienes que jamás he escapado
de esta prisión pues nunca se han colmado
aspiraciones en un ciento por ciento,
siempre he tenido que volver a mi encierro;
¡a ver si esta ocasión tengo más suerte!.
—¡Bien —pensé— qué afortunado era
de ver hacerse realidad historias
de los cuentos leídos de pequeño!.
—Fórmula tres deseos —dijo el genio—
mas ten cuidado la cosa ha gran peligro
pues muchas veces pedimos sin sentido
y no vemos detrás de la apariencia;
es como un iceberg que sólo asoma
su parte luminosa pero esconde
una gran masa bajo la superficie
que son las consecuencias que acarrea
y por lo general son peligrosas.
Así que ahora ve con cuidado y ¡pide!.
—El primero que viene a la cabeza
es que me hagas inmensamente rico;
no haya de trabajar más en mi vida,
vivir con lujos y darme mil caprichos…
mas como dices que puede tener riesgos,
haz que primero vea las consecuencias.
—Te permito vislumbres lo que pides,
luego decides si quieres lo conceda;
en todo caso, sea o no que renuncies,
petición cuenta y gastas el envite.
—¡Estoy de acuerdo y acepto la propuesta!.
—Mira allí entonces reflejado en espejo
de superficie brillante de la lámpara
ya como vives en un bello palacio
rodeado de jardines y sirvientes
y tienes coches, un yate, avión privado,
viajas por todo el mundo haciendo gastos…
mas la riqueza no evita circunstancia
de que tu hijo perezca en accidente
al estrellar el deportivo en carretera
y al poco tu mujer de pena muere.
Así por tanto insistes lo conceda?.
—No, no lo quiero que he visto mi desgracia
y gran locura sería si aceptase.
—Permito vuelta atrás en tu propósito;
puedes pedirme así pues el segundo.
—Concede entonces el don de vivir siempre,
nunca morir permaneciendo joven,
aunque también haz que vea los riesgos
que ello involucra previo a comprometerme.
—Mira allí pues reflejado en espejo
de superficie brillante de la lámpara
tus circunstancias dentro doscientos años:
como verás tienes muy buen aspecto,
sólo en el cuerpo, en lo que toca a espíritu
eres muy viejo, enormemente viejo;
te encuentras solo, ha muerto ya tu esposa,
también tus hijos y asimismo tus nietos,
la familia lejana no te quiere,
nadie te entiende, ya son otros valores
los que hay vigentes y tú no los compartes,
desearías descansar pero no puedes,
te desespera la idea de que nunca
podrás dormir el sueño que mereces.
—Pues siendo así, ¡oh genio a tal renuncio!
que he visto claro la trampa que se esconde.
—Admito vuelta atrás en tu propósito,
con que has gastado dos oportunidades;
formula pues el que queda tercero.
—Lo tengo claro, no hace falta que muestres
las consecuencias como en los anteriores,
mi deseo final, total y último
es que me libres de en más tener deseos.
—¡Concedido!.
Ya eres más sabio, al final has llegado
a conclusiones que a muchos toman siglos
de que el deseo engendra el desengaño,
que nada es gratis, la cuenta suma cero
y en el balance cuadra el haber con debe;
quien tal no aprende por el discernimiento,
habrá de hacerlo a través del sufrimiento;
tú aunque parezcas haber desperdiciado
la gran fortuna de cumplir tus caprichos,
al fin y al cabo te has llevado el tesoro
de esta lección que ha de ahorrarte disgustos.
—Gracias te doy ¡oh genio de la lámpara!,
me siento sin deseos más ligero
pues del futuro ya no tengo hipoteca;
vivo sólo el presente por completo.
—También a tí he yo de agradecértelo
que de la maldición me has liberado
al quedar de mis servicios satisfecho.
Diciendo esto tiró el djinn del extremo,
del hilo de humo del que pendía preso
y se alejó con franca risotada
de aquella lámpara en donde tuvo encierro
por largos siglos hasta dar en mis manos
y ahora conmigo la trama se ha resuelto.
En cuanto a lámpara vacía ya del genio
la conservo a día de hoy como recuerdo
de la extraña aventura que viviese
y uso de recipiente para flores
bajo el retrato del viejo tío-abuelo;
… su turbante lo llevo a veces puesto.