sentado en la carlinga cual un feto
hubiera de esperarse por buen rato
a poder despegar del aeropuerto…
observando a través de ventanilla
las mangueras limpiándole las alas
de cristales de nieve a ese gran pájaro
que en su buche nos llevará en volandas…
al cabo que el permiso se obtuviese
para poder lanzarse a la carrera
rugiendo los motores, ya vibrante
todo objeto por dentro en la cabina,
y tras de que en impulso sobrehumano
remontase del suelo la gran máquina
hurtando a gravedad su tonelaje
moviéndolo a través de hipotenusa
cruzando estratos, por un grisáceo lapso
apenas si se viese en ventanillas
mas que un turbión oscuro amenazante
azotando los vidrios con su furia
que en rigor acrecido del invierno,
que en rigor acrecido del invierno,
tapaba las ciudades y los campos,
a los hombres, las casas, a animales,
bajo un blanco sudario amortajados…De repente, corrido el cortinaje,
ya triunfante bañado en luz dorada
aparecía un claro cielo límpido
acogiendo en su espacio a la aeronave.
Se hizo la luz al fin, se hizo la vida;
por debajo y cada vez más lejos
el rebaño compacto aborregado
de los cúmulos que en tierra daban nieves.
Pues que tan sólo al remontar altura
acercándonos al Sol allende nubes,
ya por óculos filtrándose los rayos
del astro en gozo inafectado en cenit
desde el ojo inmortal, a los mortales
pudo obsequiarnos su amplia sonrisa áurea.
© albertotrocóniz / 17
Texto: de “POEMAS DEL GOZO Y DE LA SOMBRA”
Imagen: “Nubes por Bajo”
de “FOTOPINTURA”.
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