miércoles, 13 de enero de 2016

EN VIAJE ONÍRICO PARA IR A LAS REBAJAS

“Yo soy yo y (NO)
mis circunstancias”
—J. Ortega y Gasset (apostrofado) —


María en Madrid sueña que se va a Londres
donde se llama Ana y que pasea
a la caza de gangas en el "shopping"
por diferentes calles viendo tiendas.

Llega a una encrucijada en su camino
llevada de atracción de escaparates;
obsesiva no aguarda a que un semáforo
se ponga en verde para los peatones,
y a pesar de que sabe no debiera,
impaciente no espera y se lo salta;
como además miró en otro sentido
—en Londres al principio a todos pasa—
hizo que un indio repartidor de pizzas
frenando en seco cayese de la bici.

Llega a otro cruce en donde ve un anciano
que titubea con su bastón de ciego;
deseosa entonces de en algo redimirse,
se ofrece en ayudarle y ambos cruzan
y esta vez sí que lo hace precavida
mirando por si acaso ambos sentidos
cuando ya en verde el muñeco del semáforo.

Tras un largo periplo arriba a un parque 
y fatigada se sienta allí en un banco;
ya un tanto ahíta de tanto objeto inútil 
ahora da por pensar quién sea ella
tras las vivencias que ha habido esa mañana;
como ha leído algo de orientalismo
¿qué karma ha acumulado en todo ello?.


En positivo cuenta lo del anciano
al que ayudase a cruzar caritativa;
en negativo sabe que fue impaciente
y no esperó al divisar la tienda.

Así hace cábalas sobre lo bueno y malo,
sobre el mérito y culpa acumulados
en su persona —esa que cree ser Ana—
sentada ahora en un parque londinense
rodeada de bolsones con las compras.

Mas… ¿dónde está esa Ana sino en sueños
de María en Madrid que ya despierta
y se da cuenta que nunca hubo tal Ana,
ni semáforos, ni tiendas, ni rebajas;
que no hubo culpa ni mérito ninguno,
que todo fue producto de la mente
(la suya de María y no la del fantasma)?;

de igual manera, extrapolando el hecho
—se ve que era de gustos filosóficos—
dícese para sí ya algo turbada
porque el asunto le quiebra los esquemas:

"Quizá mi mente asimismo bien pudiera
ser algo erróneamente atribuido
a un personaje ficticio que alguien crea
y lo pone en Madrid para que sueñe
que es María que luego sueña a Ana
ir de rebajas y haber mil peripecias
y sea cual su dios como el otro es el mío
que en el fondo soy yo que a mí me sueño

… en todo caso, ya Dios o criatura,
la sensación de ser nunca se empaña".

MORALEJA:

En los sueños —incluyo la vigilia—
de lo que siempre estaremos seguros,
aquello único donde no cabe duda
pudiéndolo tomar por verdadero,
es que "yo soy", mas no así circunstancias 
que pueden ser cambiantes y tramposas:
que si noche en Madrid o en Londres día,
que si un anciano que acaso se haga el ciego,
que si en lecho dormida o bien de compras…

Objetos que aparecen, personajes
a unos que llamo yo y a otros los otros,
y los pienso en los parques o en las calles
de ciudades soñadas, quizá en mundos 
que digo yo en mi engaño son reales.

Lo que es real en todos estos cuentos
es sólo ese "yo soy" que nunca cambia
con los espacios ni tampoco con tiempos
en cualquier variedad de circunstancias;
y es el sujeto observador de todo
lo mutante como en una pantalla.

Puedo a eso darle un nombre resumido:
al que digo Conciencia o bien Presencia
inmutable y ubicua —aquí y ahora—
y eso es en realidad lo que tú eres

… pues sí, en efecto ¡eres el dios, despierta!.



© albertotrocóniz / 16
Texto de: “LA BÚSQUEDA INCESANTE”
Imagen: “Les Promeneuses” (1947)
de Paul Delvaux,
en “MUSEO VIRTUAL”


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