El acebo me muestra victorioso sus frutos
alzándose en la nieve como fénix en vuelo
al tiempo que en las cumbres derretidos los hielos
despeñan en torrentes hacia el valle sus cantos.
El sol quieto en el cielo como dulce toronja
a los niños sonríe, y al muñeco de nieve,
y a parejas de jóvenes tomados de la mano
en el grato paseo con coyunda por meta,
y a los viejos sentados recibiendo en los surcos
de la piel ya marchita la caricia del cosmos,
y al poeta apoyado sobre el muro de piedra
que estas líneas escribe —¡ananda!— en gozo inmerso.
Ya se sabe, es muy cierto, que la luz dura poco,
que presto vendrán nubes a cubrir los celajes:
la tarde en breve tiempo dará paso a la noche
y todo en recogida devendrá temeroso.
Y buscan el refugio cabe el fuego en los lares
los hombres agrupados con los niños y ancianos,
un otro dormitando del trabajo rendido,
y jóvenes que sueñan renovar el encuentro.
En la tiniebla el cierzo ya sopla desde el monte
con música inquietante compuesta de silbidos;
a resistir la furia procuran el cobijo
arrimándose mutuas en los nidos las aves.
Hasta que el padre sol con rosáceas banderas
cumpliendo la promesa por lo eterno pactada
a un otro día de invierno proclame su llegada
para alumbrar en niños, en amantes, en viejos…
pues de nuevo el buen tiempo pronostican calendas.
© albertotrocóniz / 15
Texto: de “POEMAS DEL GOZO Y DE LA SOMBRA”
Imagen: de “FOTOPINTURA”
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