¡Oh dulce juventud flor de la vida!,
la Tierra entera renueva con tu canto,
un canto triunfador sobre la muerte
incluída en engranaje y ese extremo,
quizás lejano mas del todo presente,
hace aún más valiosa tu vigencia,
hace aún más deseable tu momento.
Todo es por escribir, llevas la fuerza
del entero universo en ti escondida
que hace patente la nueva primavera
con crestas de los montes aún nevadas
con la alondra de heraldo por los cielos,
o el insecto que liba entre las flores
del camino que se abre en la pradera,
donde la lluvia en bendición descarga
y minian de color gualdas ginestas.
Cabe el arroyo bajando despeñado
cantando en sus espumas rumorosas,
hay risas de una alegre compañía,
repartiéndose entre todos las viandas.
Chicos y chicas en un coro risueño
danzan gozosos en esa incertidumbre
que hace posible todo, nada escrito
en el papel en blanco que se estrena
y es como un cielo límpido fulgente.
Sí, ya se sabe, va por dentro escondida
esa oscura semilla de lo inicuo
que como hiedra pretende ahogar el tronco
de hermoso árbol en que frutos asoman
en su primicia aunque hoy todo es promesa
esperanzada bajo los cielos claros.
Todos sonríen, una franca sonrisa
va compartida corriendo por las bocas:
es el amor que busca al fin sus cauces;
es ese cauce de antiguo preparado
en la vena que cesa y que resurge
como si fuese de nuevo el mundo ahora.
Cuántas historias, afanes, desengaños…
todo olvidado en el instante eterno:
nada ha sido y nada es el futuro,
sólo el ahora refrenda primavera.
En corazón puja brotar la fuente
que en homenaje como canto prorrumpa
en alabanza, en gracias sean dadas
por juventud al cabo misteriosa,
por el amor que en ella más se expresa.
Voy por vereda tomado de su mano
desde las cumbres cruzado ya el torrente
sobre el puente de piedra de los siglos
que preparase preveyendo mis pasos;
sólo hay amor, sí, es sólo amor la máquina
por la que mueven el sol y las estrellas.