(un poema de escritura automática)
Cuando las níveas flores por sobre el prado brotan
y cual fiel heliotropo hacia la luz te orientas,
tus blanquísimos pasos se ciernen sobre anémonas
donde ocultos sifones reventarán las venas.
Eres tú la mandrágora que completa mis días,
eres tú la que acoge mis secretos raudales,
y eres tú la que huyendo por la víbora herida
sufre al reflejar ojos dentro en míos letales.
Cesa tu rayo y beso lo que queda de amarse;
en descuido y por tiento milagroso de mano
cantaré en mil arpegios para quebrar la niebla
y convertir en mieles al guardián del abismo.
Mas de mí ya te evades como un hilo de plata
y trovando me arrojo a la sima a que partes
donde más se parece la vida a la penumbra
de los toros de azufre que el olvido apacienta.
Vadeando por los riscos de la grieta profunda,
allí peces cual plomo en el foso naufragan
en las aguas candentes que ponen a sus días
el término falaz augurado por sombras.
A los áureos caballos les navegan las crines
sobre el manto de cieno que entorpece el relincho,
y golpean los cascos aquel suelo de escorias
recorriendo veloces sus parajes inciertos.
No sabiendo gorjean candorosos los pájaros
que expulsados ya fuesen desde aquél paraíso;
aquí los mirlos muestran en sus picos sulfúreos
como el hielo y el fuego puedan ser compatibles.
Insectos de la gruta que buscan dónde el polen
prométense fortunas de más aéreos lugares
mas no saben o pueden el remontar la noche
a una aurora que aguarda con rosáceos almendros.
Y así como los cielos con preguntas ardientes
tienden flechas al blanco que allá veloces vuelan,
se arrancan aquí en rostros antiguas agonías
al retomar cuestiones que no tienen respuesta.
Velas plenas en mástiles de mi barco que surca
con estela de lava bajo el manto de mares:
asombran los reflejos de los sones armónicos
que reparten fulgores por túnel sumergido.
Viajemos a altas cumbres que a sus nieves incitan
para ser olvidados del contorno de cárcel
donde quebró el barrote aquel son de poesía
liberándonos juntos ya que fuimos audaces.
No haya más corazones que se agiten en hielo,
ni se alcen con sus ruidos gritos que clamen luces
porque a un oro de valles perfumados del céfiro
proceloso ya se abre el volcán hacia el día.
Así pues es partida nave de vida al viento
cruzando negra esfera por su centro de plomo,
mas tú eres reciamente otra vez requerida
por una arcana voz que convoca hacia el antro.
¿A qué llegar tan lejos hasta tus manos blandas?,
¿a qué conquistar riscos que cayeron en pozos?,
¿por qué volviendo infame el rostro en la vereda
torna a ocultarse el sol en aciago destino?
De ahora en más ya mi lira tañerá nuestro duelo,
pues nos sabemos ciegos a quien se roba el día
y eres flor que se dobla bajo el peso cansado
sobre la noche arcana desprovista de estrellas.
© albertotrocóniz / 17
Texto de: "POEMAS DEL PROFANO AMOR"
Imagen: “Orfeo Tañendo la Lira” en un calyx circa 420 a.C.
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