jueves, 9 de febrero de 2017

EN VIAJE AL COSMOS DESDE EL SILLÓN DE OREJAS

Voy sentado a bordo de una nave transportado en un viaje alucinante
a través del misterio de la noche
de infinitas estrellas tachonada
hacia algún punto lejano en horizonte
existente entre dos constelaciones
y que me atrae con gravedad extrema.

Esa nave en que voy se llama Tierra
y describe un trayecto asaz complejo
con varios componentes integrantes
todos en círculos de amplitud diversa 
que combinados resultan espirales
marcando danzas en música de esferas.

Por comenzar por el que es más a mano:
la rotación sobre su propio eje
que lleva a cabo durante una jornada
(días-y-noches tienen aquí su causa),
y donde todo por su ecuador discurre
—de aprox. 40.000 kilómetros—
hasta volver a enfrentarse con el astro;
parado allí, puedes considerarte
yendo a 1.700 kilómetros por hora,
aun no lo notes, pues lo que te circunda
también es arrastrado juntamente
(gracias a Dios la atmósfera te envuelve
y no es un huracán que te golpee).

Mas si acaso estuvieses en el polo
esa velocidad sería cero
(tal como pasa en el centro de un tiovivo);
aquí en Madrid (y en todo el paralelo)
la rapidez está en un intermedio
de unos 1.300 kilómetros por hora
a la que hoy voy “cual no quiere la cosa”
sin moverme un ápice de casa.

Hay otro movimiento de este globo
dicho de “Precesión del Equinocio”
imperceptible, que al cabo de los siglos
hace mutar el eje y por lo tanto
el norte cambia de estrella a la que apunta:
describe un cono con vértice en el centro 
y con generatrices por el polo
que recorriendo un círculo repite
cada —aprox.— 25.000 años;
no por nada se llama “Año Platónico”
dividido también en 12 “meses”
de unos dos mil y pico años cada uno;
tal parece que el asunto marcase
en la Historia lo que es cambio de eras
(hoy de la de Piscis que marcó el cristianismo
entrando en la de Internet/Acuario).

Hay otro movimiento más liviano
que es el de "Nutación" y que completa
la imagen del planeta cual peonza
e imprime el giro del agua en los lavabos.

Veamos ahora el movimiento externo
de esta nave en periplo por espacios:
aquí tenemos como en primera instancia
la traslación alrededor del astro
(que es causa a generar cuatro estaciones)
describiendo una elipse en recorrido
de unos 1.000 millones de kilómetros;
este hecho toma —cual todo el mundo sabe—
por el lapso de un año hasta la vuelta
al mismo punto de curva de la eclíptica
(en relación al fondo del zodiaco)
donde estuvo ha 365 días,
completado casi sin despeinarnos—
a 108.000 kilómetros por hora.

La Tierra junto al Sol y los planetas
giran en torno al centro de galaxia
que se supone sea “Agujero Negro”
y cual araña también tiene ocho patas:
la Vía Láctea donde estamos inclusos
es uno de sus brazos espirales.

Tal viaje hacemos a alucinante cifra
de 800.000 kilómetros por hora
y se tarda en completar la vuelta
(respecto al marco de las estrellas fijas)
la friolera de 250.000 años,
denominado como “un año galáctico”
el cual resulta bastante conveniente
a evaluar edades dilatadas.

El cosmos ha durado, se calcula
—desde el Big-Bang que marcó el punto cero—
unos 60 de estos años galácticos
y la propia galaxia Vía Láctea
es un año menor: 59;
el sistema solar tiene tan sólo
20 añitos resultando así joven
en relación a edad del universo.

Pero aún hay más puesto que la galaxia
es una más de un grupo de unas 30
que luego por millones forman "clusters"
que también giran dirigiéndose todo
hacia algún punto sito entre Virgo y Leo
a una velocidad que anda cercana
a 2,2 millones de kilómetros por hora
describiendo increíbles espirales
compuestas de espirales de espirales
yendo a esa meta de aquel lugar que llaman
“Gran Atractor” (el nombre está bien puesto).

A ese lugar arcano se encaminan
cluster, galaxia, el sol y los planetas
y por supuesto la Tierra va entre ellos;
los mares y las tierras lleva puestos,
y entre las tierras casa en Navacerrada
y dentro yo en mi sillón de orejas
escribiendo la crónica de un viaje
que por demás resulta mareante.

Pero aún por cierto es más impresionante
la realidad detrás del espectáculo
que nos ofrece un cosmos fascinante,
y es el hecho que nada se ha movido,
nada ha cambiado con años-luz ni eones,
ni somos algo incluido en “cajas chinas”
desplazadas en carrusel gigante.

Nunca me muevo ni nunca me he movido
(aquí refiero a mí realidad última):
toda idea o percepción a través fluye
y el pensamiento las ordena en secuencia
asignando al pasado su decurso
e imaginando asimismo un futuro,
y también asignando distancias
a los objetos que surgen en un punto;
mas todo se produce en el presente,
todo es aquí-y-ahora en la Conciencia,
en la Presencia de la única Conciencia.

Esta película tiene escenas de vértigo
con el espacio-tiempo y la materia
en el engaño —sin maldad, sólo un juego—
de interacciones de formas contingentes
sin realidad, tan sólo meras sombras
que aparecen, se agitan y disipan,
mas la pantalla permanece inmutable;
todo ha sido, es y será por siempre
en el Ser que se mantiene incólume.

Como la Luz es inmersa en sí misma:
“Soy el que Soy” en medio zarza ardiente,
vale decir, la esencia en la existencia

…en la que acecha la oculta maravilla
pues tú en el fondo eres el dios, ¡despierta!.





© albertotrocóniz / 17
Texto: de “DE LA FÍSICA HACIA UNA METAFÍSICA”
Imagen: “Danzas Espirales”
de "FOTOFILTRADA" 

Otros enlaces “Post”-relacionados
en el Tablero “APUNTES CIENTÍFICOS”

No hay comentarios:

Publicar un comentario