lunes, 30 de mayo de 2016

EL FÚTBOL RELIGIÓN CONTEMPORÁNEA

El hombre necesita trascendencia:
tal fue el papel asignado a religiones
convencionales; no hablo de misticismos
sino de dogmas, pecados, mandamientos…
parafernalia de un pasado reciente.

Tal era el proceder inveterado,
pero ahora —labrado minucioso su descrédito—
han perdido validez y la influencia
sobre esta sociedad tecnificada,
materialista, imbuida de hedonismo
y no se puede engatusar a gentes
con miedo ni amenazas del infierno
ni de un cielo "aburrido" como premio
(que ni siquiera incluye en él a huríes).

Y sin embargo necesita trascendencia;
el hombre necesita trascendencia
pues hay algo recóndito profundo
que pide ir más allá de las fronteras
habituales de límites impuestos
por la vida corriente y sus afanes,
por la idea de ser tan sólo un cuerpo
sujeto a impedimentos, decadencia,
y a desaparición cuando la muerte.

Este hueco profundo y angustioso
al que antes religión daba respuesta,
viene a llenarlo en gran medida el fútbol
y en general fenómenos de masas
ya más o menos cultos o plebeyos:
desde ser un "tifosi" de la ópera,
a fanático de un grupo de rockeros,
mas sin duda el balompié sea el paradigma
por número de fieles y conversos.

Esto de sobra lo saben los políticos,
y si la religión opio es del pueblo,
pues drogemos a la plebe y tenga "mono"
inoculado por medio de la tele
y mientras tanto demos nosotros "caña"
para mangar y más subir impuestos;
nada nuevo que no haya sido antaño:
primero con el "panem et circenses",
de luego el "pan y toros"  en España,
y hoy fiesta nacional esa del fútbol.

No es el deporte en sí, es pertenencia
a un grupo —mejor cuanto más numeroso—
unido por colores, por el himno,
que comparta su amor y también odio
a los rivales que les disputan cielos
mimando lucha del bien-y-el mal angélica
(y que en caso de perder en la contienda
se condenen a un infierno o purgatorio).

Ya expulsados los otros del paraíso,
ser los mejores, ser de esos elegidos
que puedan exhibir ante rivales
el signo externo que les consagra santos
con cáliz de pasión en el trofeo
donde se bebe la sangre de enemigos
llevado en procesión hacia la diosa
—si antes virgen cristiana hoy "la Cibeles"—
en donde oficia de sumo sacerdote
el jefe de la tribu tatuado
en una ceremonia de barbarie
plena de gritos, aullidos, borrachera
de furias primitivas desatadas
recreando antiguos ritos dionisíacos.

En ello, como pasa en los partidos,
el hombre por un rato no es un hombre
(ni la mujer, que aquí no hay diferencias),
sino que es mucho más, yo soy los otros
y los otros son yo, mi ego se expande
mutando en otra cosa que es muy grande:
un cuerpo místico unido por las auras
emocionadas y por las energías
que hacen surgir esa entidad potente
de cuerpo astral que emana en ectoplasma
con la esperanza de así vencer la muerte:
que el Club perdura por las generaciones
y ha de seguir aun cuando yo no exista.

Mas ¿quién dijo el camino fuese fácil?;
se asemeja más bien a un masoquismo
plagado en penitencia y sacrificios
dónde al dolor por ese 3-a-1
le sigue indefectible la esperanza
de remontar la adversidad del sino
en partido de vuelta en propio campo.

Tener la meta arriba en lo sagrado,
traspasando el umbral hacia la Fama
inmarcesible triunfadora del tiempo;
tener la base abajo en el terruño
de la localidad do se ha nacido

… o aquella de adopción, o en ventolera
por que se sienta un misterioso nexo
con ciudades o barrios extranjeros
que hunde sin duda sus raíces en el karma
de otras vidas pasadas donde fuimos
más felices quizás que en la presente:
¿nacidos en Madrid mas ser del Barça?.

También frecuente es ver a bosquimanos,
negros como un tizón salir al campo
a defender colores del "Merengue",
del "Rayo Vallecano" o del "Atlético";
y aunque lo sean sus cuerpos, ¿dónde el alma?,
(¿no chocaría verles bailar el chotis?);
el canterano da paso al argentino,
al portugués, al croata, al brasilero…
triste es pensar que es sólo por dinero
y que sean al cabo mercenarios.

El rito repetido hebdomadario
completa el arco así desde la cuna
del lugar en que están nuestras raíces,
hasta la tumba (cuando ya habiendo perdido
en nuestra liga el último partido
se alcance copa de la urna funeraria).

La cabeza en los pies, tal es el mérito
que tienen esos chicos algo bestia,
que hollan el campo en recias cabalgadas
mientras escupen lapos por el colmillo;
que sin recato se rascan cataplines
sobre el calzón —por el culo un anuncio—
y dan de coces a arquetipo platónico
de perfección de cielos y de mundos
cual sabemos la esfera representa.

Atendiendo al "dictum" esotérico
de "así cual se hace abajo se hace arriba",
si maltratado de esa manera el símbolo
repitiendo el ritual todo el planeta,
¿qué podremos esperar se haga con Tierra
(esa otra bola en celestiales céspedes)
mas que escupirla y darla de patadas
pues sus problemas "nos tocan los cojones"?.

Nada que ver con la "gimnasia Bothmer"
que es verdadera educación de jóvenes
inculcándoles ideales elevados
siguiendo aquel modelo de los griegos
donde el atleta que arroja jabalina,
o bien discóbolo, o arquero de sus flechas
lanzadas a lo alto, son el símbolo
de superar limitación al vuelo
que tiene el cuerpo, empero no así el alma:
con ello evocan imagen más cercana
a los dioses que moran en Olimpo;
los otros son cual tropa de centauros
enardecidos cuando árbitro la-pita.

Y “más a más”, pagados en millones
suponen un dañino grave escándalo
a sociedad parca y trabajadora
que de manera constante y machacona
se gana el pan con el sudor de frente
(y no ese eventual de camisetas)
a cambio de cuatro euros mal contados
en las actividades productivas
para la sociedad en su conjunto:
sea en el arte, el comercio, las ciencias…

Aunque nada es más útil para el hombre
que asomarse al abismo de sus límites
y romperlo aun sea brevemente
en noventa minutos de partido
para gustar sabor de lo sagrado
siendo el culmen el gol a portería
cuan en orgasmo, tan próximo a la muerte
donde atisbamos por fin la vida eterna.



© albertotrocóniz / 16
Texto: de “LA ESPUMA DE LOS DÍAS”
Imagen: “Sacerdote Oficiante y La Cibeles”
de “FOTOFILTRADA”.

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