jueves, 28 de agosto de 2014

GOETHE: POESÍA Y VERDAD EN NATALICIO

<< Mil setecientos cuarenta y nueve el año,
Fráncfort del Meno el veintiocho de Agosto,
al mediodía, las doce campanadas;
de la última colgado lleguė al mundo.

En el signo de Virgo el Sol en cenit;
Venus y Júpiter amables lo miraban,
Mercurio a ello no era desfavorable,
Saturno y Marte —los dos grandes maléficos—
se mostraban al caso indiferentes;
sólo la Luna con toda su potencia
se oponía a ver mi alumbramiento.

Fue el esperar a que pasase su hora
para que al cabo viniese yo a la vida,
cosa que hice empero medio muerto
por impericia que tuvo la partera.
Mis familiares estaban consternados,
casi asfixiado morado parecía;
friegas con vino al fin me revivieron.

El hecho tuvo consecuencias benéficas
para el resto después de mis congéneres,
ya que mi abuelo que era alcalde de Frankfurt,
ordenó que fuese este provisto
con los servicios de profesionales
e impulsó se formarse a comadronas.

Posteriormente comentaron astrólogos
lo favorable de las constelaciones
que iluminasen durante el nacimiento;
si para mí lo fueron, también para otros
con el legado de un tránsito más fácil… >>


Sí, "luz, más luz" pidió él de cuna a tumba,
y en sus escritos muchos la encontramos,
y en la novela que hiciese de su vida
desmesurada amando la mesura.
Hoy mi recuerdo Johann Wolfgang von Goethe.



© albertotrocóniz / 14
Texto: de “LA TORRE DEL HOMENAJE”
Imagen: Carta Natal de J.W. Goethe


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martes, 26 de agosto de 2014

EN VUELO ONÍRICO HACIA LA GRECIA ANTIGUA

Cae en mis manos un libro en que se leen
asuntos de la vida cotidiana
y las costumbres de la Grecia clásica;
y yo argonauta desde el sillón de orejas,
sin ataduras que la materia imponga
a la imaginación en desplazarse
hacia el pasado en el espacio-tiempo,
me dispongo a embarcar en tal periplo.

Comienza describiendo el medio físico
que es base material de todo el resto
El viajero que llega de occidente
en viaje aéreo y con destino a Atenas
sobrevolando el golfo de Corinto
se puede percatar en un instante
del carácter del paisaje griego;
de la íntima penetración del mar en tierras
a causa de una costa accidentada.

Las montañas no son muy elevadas;
al norte la más alta es el Olimpo
—la inefable morada de los dioses—
y en la Grecia central se halla el Parnaso.

Aquí no existe lo que después sería
la vía romana, no había buenos caminos;
siempre estrechos apenas permitían
el paso simultáneo a dos carretas.

Los griegos pues, sin duda prefirieron
los senderos del mar a los terrestres;
ninguna localidad de Grecia se sitúa
a más de quince leguas de la costa.

En ausencia del faro y buenas cartas
se navegaba siguiendo litorales
y así encontraban de isla en isla refugio
a la puesta del sol y hasta la aurora.

El mar Egeo es centro de la Hélade
y está plagado de numerosas islas
que son escalas a aquellas singladuras
entre la Europa, el África y el Asia.

Allí el viento soplando racheado
hace que el navegar sea peligroso
salvo en verano, que en otras estaciones
no se hace uno a la mar, se queda en casa.

Naves de vientres rondos del comercio
en unión con aquellas de la guerra
de tres filas de remos y afiladas
proas para embestir las enemigas
garantizaban la talasocracia.

Notable era la claridad de atmósfera:
el aire transparente y luminoso
—sobre todo en el Ática patente—
tanto fuese celebrada de poetas;
que aquella transparencia de las luces
por sí misma es cierta garantía
de una vida feliz y placentera.

El contrapunto lo pone la sequía:
en este clima de carácter tan árido
las fuentes tenían gran importancia
y se investían de atribuciones sacras:
cada una era morada de una ninfa;
los cauces yertos podían tornarse al pronto
en violentos torrentes devastantes.

En toda época ha habido terremotos;
de Poseidón terrible era la cólera
expresada asimismo en maremotos:
en tierra y mar —igual que en cielo Zeus—
exhibían los dioses sus poderes

Caigo en ensueños donde continúa el viaje
hacia esa época feliz periclitada
a que transporta el talismán del libro:
lo asignado al pasado es bien presente.

Librado del pesar de la materia
vivo imaginación y fantasía 
así embarcadas en el espacio-tiempo
—mundo engañoso, no tanto cuan vigilia—.

¡Oh Grecia antigua eres recuperable
tan sólo ya en una visión poética!.



© albertotrocóniz / 14
Texto: del “CARNET DE VIAJE”
Imagen de Satélite de Grecia

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jueves, 21 de agosto de 2014

EL YO-YO DEL "YO, YO Y YO"

Desconfía cuando alguien mucho diga 
"yo, yo y yo", por aquí, por allá, por todos lados;
¡tanta gente se auto-erige en diosecillos
cada cual en el centro de su esfera!;

y en el centro de ese centro está su ombligo
como si un agujero negro fuera
absorbiendo hacia él mismo lo que encuentra:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo;
que se apiade del de enfrente desespera. 

Del pronombre personal usa el prohombre, 
el político de turno que endiosado 
por parcela de poder que viene grande 
cree las cosas por su causa se sostienen
y ora gusta de encumbrar o que se abajen 
otros niños que en política cortejan;
ya apuntaba en sus juegos infantiles
Marianito, ese niño repelente:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
sube —o baja— con su yo-yo la escalera.

Una vez ya intrigado me entretuve
—al escuchar a cierto personajillo 
de esos "gurues" que aparecen en los medios—
en anotar ocasiones que dijera 
"yo, yo y yo"... la esperada palabrita;
según mis cuentas, en un cuarto de hora,
lo sacó a relucir por treinta veces,
lo que arroja una media impresionante 
de dos ítems de sus flatos por minuto
expelidos inclementes por tal césar;
traía sones ese viento maloliente:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
desde el vientre hiper-hinchado de su ego.

Inaguantable es alguna tertuliana
(aquí llevan la palma ciertas féminas)
"chupando de micrófono" cual de falo
—que natura no le dio por otras vías—
con que agredir como en relación sádica
con tal apéndice al resto de la audiencia 
y emitiendo en orgasmos insufribles
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
cual cotorra salida (de su percha).

De seguro que todos conocemos
al pariente, al amigo o enemigo
insensible a lo que pase, ciego y sordo 
al resto de los demás que le rodean,
sólo víctimas que pone a su servicio 
feligreses en el culto al propio ego 
que en efecto es el centro de los mundos,
se cree sol que a las cosas ilumina:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
ya que sin él no giraría el planeta.

Muy de temer son por cierto esos pesados 
a quienes cuando saludas les preguntas 
en fórmula convencional de cortesía:
¿qué tal?, ¿cómo te va?, ¿qué es de tu vida?;
tomado al pie de la letra te responden 
relatándote toda su biografía
donde escupen consabida muletilla:
"yo, yo y yo", por arriba y por abajo
como arena en los ojos que te ciega.

Entre tales merece un lugar aparte
el cansino hipocondríaco y obsesivo 
ilustrando de “pe a pa” sus avatares 
insistiendo en especial en temas médicos
con las veces que le toca la pastilla
de su hígado, su riñón, o cuánto mea:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
pues su cuerpo es para él la panacea.

Siempre hay un compañero en el trabajo 
que castiga con relatos increíbles,
donde, ya lo adivináis, protagoniza 
él solito asombrosas peripecias:
deportivas, amorosas, financieras…
como gota desde un grifo mal cerrado:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo
uno espera que la próxima ya venga.

Soy “la hostia”, “el copón” y “la repera”, 
soy el rey y en el fondo soy mendigo 
de ese lustre que demando de los otros;
denme ya por caridad un bocadillo
de atención, de admiración, de pleitesía
a saciar al monigote que devora:
"yo, yo y yo" por arriba y por abajo,
quédense —se lo imploro— boquiabiertos.

Cuanto más "yo, yo y yo" más desconfía 
del grado de madurez del interfecto,
se ha construido un personaje, una estructura
toda falsa con sus propios pensamientos 
que por cierto son bellos y laudatorios
—"yo, yo y yo" por arriba y por abajo—
para el jefe (que es él mismo) ¡oh gran sorpresa!.

Examina sí eres tú de los que dicen
todo el rato la dichosa palabreja,
la intención es muy correcta, no la forma:
el yo pequeño es sólo la referencia
a algo grande que intuimos de por dentro,
al YO profundo que es lo único que existe
y sustancia a máscaras autoimpuestas;
¿"yo, yo y yo" por arriba y por abajo?…
asesina al monigote en cuanto puedas.

¡Déjate en paz de andarte por las ramas
y vete a la raíz en lo profundo,
al verdadero YO SOY que te sustenta!
que es el mismo de los otros, dioses, mundos;
al fin y al cabo si eres el dios…
¡despierta!.


© albertotrocóniz / 14
Texto de: “TAL COMO LO VEO”
Imagen: de “FOTOPINTURA”



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lunes, 18 de agosto de 2014

CANCIÓN DEL REY DAVID ARREBATADA


Pulsa Señor mi lira con tus manos
y haz resonar en ella tus canciones;
mi entero ser es tuyo, no soy nada,
sólo instrumento vibrante con tus sones.

Inunda el aire y hazlo más transparente
¡oh espíritu inmortal que todo riges!
inteligencia suma en que se erigen
las torres cimentadas, los corceles…

Tu música pervade en seres todos
creando formas innumerables, eres
la trama universal de los tapices
en escenas a las que das colores.

Tu canto que en mi inicia se acreciente
y llegue a ti que así te has disfrazado;
la armónica plegaria a ti dirijo
en trance de visión en que te adoro.

Adoración a amor inexhaustible
pues te repartes y aún permaneces uno;
falaz engaño se nos presenta en sombras
arrojadas por luz que de ti surge.

Tu sólo amor, inteligencia y llama
que alumbra oscuridad a ti interpuesta;
eres el sol que se refleja en gotas
por ti brillantes con resplandores múltiples.

Que nada te es ajeno en tus reflejos
cantando una canción que es incesante
y repetida al cabo por los siglos
inexistentes en tu sólo instante.

Mas este juego al fin que tú has pautado
me lleve más hacia la meta ansiada
donde mi gota en tu mar se diluya
y viva inmensidad de tu morada.





© albertotrocóniz / 14
Texto: de “POEMAS DEL AMOR SAGRADO”
Imagen: “Rey David” del salterio de Westminster (1200),
British Library
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miércoles, 13 de agosto de 2014

RETRATO DE MI PADRE EN HOMENAJE


José Ramón Fernández de Trocóniz y Esteban
Miranda de Ebro  4 de Abril 1919
Madrid 12 de Agosto 2014


EN HOMENAJE

… a esa ola hecha de cuerpo-mente
formada en el océano de Conciencia
cuando escoge el disfrazarse en formas
velándose en materia, espacio y tiempo
y a la que damos un nombre y unas fechas
—en este caso "José Ramón Trocóniz"—
que jugó el rol de ser aquí mi padre…

… esa otra ola que juega el rol del hijo,
para que no se pierda su memoria
y quede un rastro de lo que fue su espuma,
viene aquí a describir la trayectoria:


I INFANCIA 

Miranda de Ebro en el "Hotel Trocóniz",
siglo pasado, el año diecinueve
en mes de Abril noche del tres al cuatro;
Urano asciende en el signo de Piscis
(que da inventiva sobre cosas extrañas),
el Sol en casa II en el de Aries
(un gran empuje para ganar dinero)
y el resto de planetas —no es frecuente—
están por bajo de línea de horizonte
(si fuera barco “un submarino” fuese).

Ni el mayor ni el menor de diez hermanos,
una madre excesiva, matriarca:
Doña Esperanza Esteban, “victoriana”
y era el padre imponente de mostachos
Don Alberto Fernández de Trocóniz
… “de los grandes expresos europeos”.

Formado en Suiza en la gran hostelería
se trae a España un soplo de aire fresco
a un panorama de fondas y cantinas;
un bon-vivant muy culto y elegante
también muy recto —un caballero antiguo—
cuando hacia arriba retuerce los mostachos
toda su prole mejor que se escondiese
(incluyo aquí asimismo a los empleados).

En los jardines del hotel y en los sótanos
fabrican los hermanos un refugio,
el “Polícromon Club” de aires ingleses:
cortes de tweed, pantalones bombachos,
juegan al tenis y traen las nuevas modas
a en medio el páramo de tierras burgalesas.

Jose Ramón —un poco retraído—
halla solaz en cuentas matemáticas,
sobre todo si involucran monedas;
“el judiito” le llaman en familia,
desde pequeño tuvo el “toque de Midas”,
ese don raro por muchos envidiado.

Quizás fuese la imagen de un banquero,
de esos de los tebeos con un puro
lo que impulsó a sustraerle a su tío
un gran habano y fumarlo en secreto;
nunca lo hiciera: el mareo y los vómitos
y el ponerse a morir en el intento
le disuadieron probarlo en adelante;
siempre nos advirtió contra el tabaco
(gran decepción cuando yo fumé en pipa).

Fue siempre un solitario y retraído,
prefería dedicarse a sus inventos:
ya siendo un niño se hizo un laboratorio
en cuartucho abandonado de los sótanos;
física y química eran sus dos pasiones
junto a las mencionadas matemáticas:
jaulas de Faraday, generadores,
pilas galvánicas que alimentan circuitos
de luces, timbres y radios de galena,
compuestos químicos mezclados en la búsqueda
del viejo sueño del oro de alquimistas.

Y por los pelos la cosa sale cara:
mezcló y logró la nitroglicerina
y a poco salta el hotel por los aires,
con “Polícromon Club”, padres y hermanos;
pero el destino quiere la cosa siga
lo que nos lleva a la siguiente etapa.


II JUVENTUD

Ya en Salamanca primeros años treinta,
allí traslada familia numerosa
para abrir un hotel “a todo trapo”
(el proyecto lo hizo López Otero)
que marcó un hito en la ciudad por tiempo:
el famoso “Gran Hotel de Salamanca”
—al de su buena época me refiero—
amplios salones, decoración "moderna"
y antigüedades con armaduras, cuadros,
bar y parrilla, cocina sibarítica,
centro de moda, tertulias variopintas,
el mentidero de artistas y toreros…

Bachiller en colegio de Agustinos,
prepárase a hacer ingeniería:
Telecomunicación es preferente
para él que apenas comunica
encerrado en sí mismo: matemáticas,
grandes paseos también en bicicleta
a las afueras llegando a Santa Marta
(¿alguna chica allí?, probablemente)
y tocar el violín, lado romántico
a dar salida a sentimientos íntimos.

La guerra estalla cuando tan sólo tiene
diecisiete años y afanes de aventura
—siempre mi padre voló en independencia—
y sin dudarlo se alista en la marina
(en bando nacional se sobrentiende).

El buque escuela se llama "Galatea":
trepar por mástiles superando el mareo,
dormir al raso dentro un rollo de cuerda
y la tormenta encima, mas no importa
(cuando se es joven y la vida se estrena,
de nuestra parte todos los vientos rolan).

Luego el servicio en destructor "Mar Caspio"
y después también en el "Mar Negro"
interceptando convoyes enemigos;
bajar a puerto en raras ocasiones
y para celebrarlo muerto de hambre
en la taberna un gran plato de callos
y a lo mejor después “salir por piernas”
a falta de dineros a pagarlos
(estos desmanes gustoso los perdona
por Causa Nacional, el mesonero).

Telemetrista de piezas artilleras
aquí también demostró habilidades
en el manejo de las matemáticas;
y unas medallas que nunca nos mostrase,
la vanidad en él no fue un defecto
(ahora aparecerán en los armarios
cuando tengamos que limpiar y hacer orden).

De vuelta en Salamanca la sorpresa
que a su hermano mayor lo han fusilado
los rojos en la prisión de Málaga,
a su madre la encuentra destrozada
y a su padre lo nota ya está enfermo.

El hotel ha estado funcionando
como Estado Mayor para el Caudillo;
paralela a la muerte hay gran "vidilla":
de la Luftwaffe los pilotos se hospedan
y después de venir de tirar bombas
sobre tejados volando con sus "Junkers",
pues "le tiran los tejos" a mis tías
(que no se apuntan a ningún bombardeo).

Luego más tarde en la Segunda Guerra
será un centro de espías y exiliados
sobre todo de judíos alemanes
camino de Lisboa a las Américas
(el ambiente creo se pareciera
a ese famoso film de "Casablanca").

Muere el padre que era alma del negocio
y es necesario tomar de hotel las riendas;
cada uno un cometido, viuda e hijos,
y él se hace cargo de contabilidades;
sigue con el violín y los inventos
—muy apreciadas sus radios de galena—
mas ha de renunciar a la carrera;
luego surge el amor y se echa novia.

Dar el agua bendita de la pila
a la entrada de misa en Dominicos
a una joven que tiene quince años:
Carmen Revuelta, morena de ojos verdes;
él con veintiuno le resulta muy guapo
(de cabo gastador iba en desfiles);
la seducción y el amor "con locura",
siete años de noviazgo, el matrimonio…
lo que nos lleva hacia una nueva etapa.


III MADUREZ

Salamanca es pequeña, él lo que quiere
es la aventura con nuevos horizontes:
en la gran capital probar fortuna
y allá se van dejando lo seguro.
(como ya he dicho, mi padre ha valorado
su independencia por encima de todo);
empieza comerciando con la mica
que entonces era muy utilizada.

Alquila un piso, teniendo como muebles
aparte de un colchón, sólo cajones
como mesas y sillas por el suelo;
poco a poco va la cosa mejorando
y consigue ponerlo confortable.

Conoce casualmente a un caballero
que posee un hotel en la Gran Vía
y precisa un director que se lo lleve;
le ofrece su experiencia y lo consigue.

Siempre habló bien de aquel primer patrono
—y también único, no tuvo jamás otro—
con quien colaboró por muchos años;
fue Don Ramón un hombrecillo pulcro
(que yo recuerdo algo mefistofélico
con un gran coche americano negro,
de esos de las películas de gángsters).

Tocar violín y llevar la gerencia,
él no paraba en buscar soluciones
a los problemas de forma diferente
y en contabilidad se hizo su método:
elaboró un sistema de matrices
en pliegos con diseños de Haber-Debe
(por ese entonces no había ordenadores),
que permitían ver todo “de un plumazo”:
en una dirección se leía el Mayor,
en la otra se comprobaba el Diario;
siempre cuadraba hasta el último céntimo.

Un día de mayo de mediados de siglo
en la casa del Paseo de Rosales
a la puesta de sol vine yo al mundo
en medio de los gritos de mi madre
(un verdadero toro, cinco kilos).

El primer hijo de cuatro que seríamos;
crecían la familia y los ingresos,
hasta que un día se animó a dar el salto
y a unos marqueses arrendó un palacete
a transformarlo en hotel de viajeros
y así surgió el “Gran Hotel Princesa”
en esa calle; era un hotel magnífico
en plan lujoso con jardines y fuentes.

Como muestra otra vez de su ingenio:
para alfombrar pasillos y salones,
fabricó unos telares, compró lana
e hizo su propia “Real Fábrica de Tapices”.

Tan coquetón, tan cómodo, elegante,
el favorito de muchos extranjeros,
entre ellos de los americanos
que por entonces instalaban sus bases;
recuerdo aquí a un tejano, un tal "Tex Taylor",
que nos cazaba a lazo por salones.
Había dos chicas: "las americanas"
amigas desde entonces de familia;
muchos clientes fueron también amigos
incluso Jack, agente de la CIA.

De mi infancia recuerdo allí los juegos
en espacios enormes para un niño
—todo un mundo muy diferente a un piso—
y en laberintos verdes de jardines
fue mi primer amor, conocí a Kathy.

Una noche funesta hubo un incendio
que asoló las techumbres de madera
y mi padre, asumiendo un gran riesgo,
trepó junto a bomberos por tejados
(él sabía lo que era trepar mástiles)
contribuyendo eficazmente a extinguirlo.
Recuerdo comilona después dada
a la brigada con todas sus familias
y mi padre tratado como un héroe.

Llegó la oferta, la desdichada oferta
—por entonces comenzaba la barbarie—
de que Meliá quería ese palacio
a demolerlo y levantar sobre ello
un mamotétrico hotel "súper-moderno".

Así que a J.R. indemnizaron
con por entonces lo que era buena suma
que él repartió en parte a sus hermanos
en mucho más de aquello que era justo
(toda su vida fue siempre generoso).

Con el dinero y pidiendo hipotecas
compró en la calle, un poco más arriba,
un edificio que era un viejo convento
para tirarlo y hacer hotel de nuevo
(aunque después en pisos transformase);
él hacía planos dictados a arquitecto.

En esa obra se enfrentó a mil problemas:
profundizó cosa inaudita entonces
hasta alcanzar nivel de un tercer sótano;
y alcantarillas, una noche funesta,
se derrumbaron viniendo el muro abajo.

Patentó un sistema novedoso
precursor de lo que hoy son bovedillas:
era un prefabricado con ladrillos
que al ser montado en unos caballetes
en vez de hacerse "in situ" en el forjado,
ahorraba mucho tiempo y mano de obra.

"Bovepre" fue el nombre que le diese
y en ese tiempo salió en varios periódicos:
"Un hotelero levanta rascacielos
en tiempo récord" eran los titulares
(exagerados pero halagadores);
se lo copiaron cuando al poco se hizo
hospital de "La Paz" en Castellana
plagiándole estructuras de ensamblaje
y sobornando asimismo a los obreros.

Adquirió la familia en Salamanca
un castillo medio en ruinas para finca;
mi abuela —reina madre— y todos hijos
en más o en menos a ello colaboraron
tanto con obras como en amueblamiento,
en su decoración y en el ornato.

El "Castillo del Buen Amor” fue otro
de mis lugares míticos de joven
junto a la abuela y tías queridísimas;
recuerdo, subiendo escalinatas,
un samurai que mi padre adquiriese
en el Rastro y aportase al menaje
siendo el terror de todos por la noche.

Pero a él le gustaba poco el campo
en el que se aburría mortalmente;
era por contra un completo urbanita
y se deshizo al cabo de su parte.

Llegamos ya a los años ochenta
los de la transición y “la movida”
—mi padre nunca había dejado de moverse—
ahora quizás hacia una nueva etapa.


IV ANCIANIDAD

Sale a subasta el antiguo Hotel Bristol
ese que él dirigiera en la Gran Vía
propiedad de fundación benéfica
creada por Don Ramón para el sufragio
de una residencia para ancianos;
colaborando en su sostenimiento
él es patrono durante muchos años
(y hace muy poco nombrado presidente).

Transforma el edificio en oficinas
dándome de esas obras el proyecto
(quizá el primero cuando acabé carrera)
y aprendí muchas cosas a su lado,
soluciones de ingenio como siempre;
por ejemplo: a fin variar tabiques
de la distribución en interiores
hizo construir como un trípode-carro
para moverlos sin tener que tirarlos,
evitando por tanto mucho escombro
y la necesidad de rehacerlos.

La vida amarga no le ahorra sinsabores
la importante lección del desapego
muerte de un hijo, los varios desengaños
es un estoico, nunca le he oído quejarse;
su frase favorita repetida:
“las almas se forjan en el sufrimiento”;
también hay alegrías, por los nietos,
por los hijos entiendo que no tanto
(a nosotros no nos veía comerciantes).

Austero en la comida, en la bebida,
en el vestir… así uno nunca sabe
qué regalarle en cumpleaños y en fiestas:
fumar ni mencionarlo (lo del puro),
tiene un Ford viejo "del año de la tana",
… ¿una corbata?,… la mira con tristeza,
¿una mantita?, ¿o quizás un pijama?
… se acuesta siempre con la ventana abierta
(¿recuerda el barco durmiendo en la cubierta?).

Lo único capaz de ilusionarle
—cosa aparte dos "fox-terriers" que mima—
es algo de bricolaje o eléctrico:
un destornillador, un busca-polos…
para el cuartucho donde repara objetos
(¿es el del niño cuando en laboratorio?).

Ahora descubre una afición tremenda
—ya su violín se lo ha legado a un nieto—
con la llegada de los ordenadores:

se compra un Apple de esos de los primeros
(que hoy constituye una pieza de museo)
y aprende a programar lenguaje “Basic”
pasando a ordenador aquellos métodos
de contabilidad desarrollados
a lo largo de toda su carrera.

La cosa le apasiona y le dedica
muchas horas del día y de la noche
(entiende que eso mantiene su cabeza);
adquiere ordenadores e impresoras
en las subastas ya que ninguno nuevo
admite su sistema y su lenguaje.

Lleva cuentas con ello en sus empresas
para gran desespero de asesores,
entre ellos yo, también su secretaria
que pierde vista en monitor-pecera,
sufre tortícolis por "setings" no ergonómicos,
en medio estruendo de impresoras de aguja,
sahumado ambiente con el aroma a ajo
de pócimas que él mismo se prepara…
pero él no cede un ápice en lo suyo

siguiendo hasta el final, aún casi ciego.

En efecto, en los últimos años
digamos a partir cumple noventa
la mente es lúcida mas cuerpo se degrada;
padece un cáncer que él mismo se “auto-cura”
o al menos eso intenta, como siempre
con alcohol de romero y programando
ciertas líneas erróneas en sus genes…

“Él no es humano”muchas veces pensamos
sino un robot que con algunos cables
y armado de alicates y tornillos
se arregla dentadura o bien un dedo
que se ha salido al parecer del sitio.

Se levanta a las seis de la mañana
y se acuesta temprano por las noches;
con disciplina se mantiene en forma:
sube andando tres pisos de escaleras
y una hora al menos de bicicleta estática
(¿recuerda tiempos cuando iba a Santa Marta?)…

Al final fallan las fuerzas y la vista
y es gran tragedia puesto que más no puede
leer en pantallas de los ordenadores
esos amados números en cuentas,
ni en extractos del banco, ni en talones,
ni en los listados sobre papel-pijama
que le alfombran despacho con sus fuelles
cuando toca sacar facturaciones.

Es la renuncia dolorosa a todo
lo que ha supuesto su vida y sus afanes
al menos en aspectos del trabajo
que ha cultivado durante casi un siglo
(mas como digo: jamás una protesta).

Ya en otros de esos viajes submarinos
por cien mil leguas que mantuvo en secreto,
yo no entraré; dejemos que se pierdan
tal como él quiso inmersos en olvido.

Descanse en paz José Ramón Trocóniz.




© albertotrocóniz / 14
Texto: de “LA TORRE DEL HOMENAJE”
Imagen: de “FOTOPINTURA”
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domingo, 10 de agosto de 2014

HOY REVIVIMOS UN VIEJO MITO CLÁSICO

Sale noticia venida de Sudáfrica
(el Mundial, el Mandela…)
¿serpiente rezagada de verano?
de un elefante que en sintiendo picores
por bajo vientre (que etólogos "must" llaman),
se abalanzó sobre un Wolkswagen Polo
en que viajaban un par de cooperantes
alegremente tocando vuvucelas
a celebrar victoria de su equipo,
mas que obraron de llamada al paquidermo
que lo montó con susto de ocupantes.

Parecía ella joven, adecuado el tamaño
y la ocasión que ni pintiparada
pues él creía que al coito le llamaba;
además que entre los elefantes
tienen gran éxito las elefantas blancas:
dos ojazos lucientes como faros
que intermitentes por veces los guiñaba
y esas patas redondas torneadas…

A cooperar rehusaron cooperantes
dentro en carlinga sufriendo los ardores
de la bestia feroz que "la jodía"
al presionar sus partes en la chapa,
y en desesperación pidiendo ayuda
tocaron pito en viendo aquel del otro
que a su himen-ventanilla amenazaba.

Nunca lo hicieran pues confundiera el claxon
con gritos de placer en aquiescencia
de la "hembra-objeto" que dócil balanceaba
y redobló por tanto sus embates;
eran de oírse bocinas con baritas
regando el coche en túnel de lavado
(aun sólo con espuma y no aclarado).

Nada se dice si luego a Castor-Pólux,
en emergiendo del cascarón ya roto,
tuvieron que aplicar unos calmantes,
o si la compañía del seguro
"pagó ese pato" —no un cisne— sí elefante.

Pues hete aquí la escena me recuerda
el mito clásico de Júpiter y Leda,
que torna a presentarse en este trance
de una manera extraña —eso lo admito—:
en vez del ave y ninfa, un paquidermo
tratando en fecundar a utilitario
(para mí que el tal coche era un "Lada"
ya que "wolkswagen " menos parece Leda).

Dignas de loa son las metamorfosis:
cámbiese ebúrneas carnes de la moza
por líneas mórbidas de la carrocería;
cámbiese el blanco cuello por la trompa
—si en cisne y toro, ¿porqué no en proboscídeo
un Jove "trompa" del hidromiel bebido?—
y cámbiense riberas del Eurotas
por senda polvorienta allá en Sudáfrica
donde el salido fuese en echar su polvo.

Con estas advertencias el soneto
"Leda y el Cisne" que ha tiempo di a la estampa
(en este blog, abajo hay referencia),
puede aplicarse aquí en plena vigencia
con Leda en Lada y el elefante en ánade.


“LEDA Y EL CISNE”

En las claras riberas del Eurotas
blancas plumas en blancos senos, Leda;
Zeus disfraz en cisne hace que ceda
melindre resistencia en que alborotas.

Pues que a tanta suavidad le notas
que te va poseyendo en arboleda,
que un cuello deleitoso se te hospeda
y en plumajes tiernísimos ya flotas.

Más pudo aquí la forma disfrazada
que la esencia del dios siendo la misma,
logrando así su fin con tal sofisma

… que un blando pecho donde haber almohada
y un recio cuello y pico que te abisma
prefieres más que al mármol sin coartada.





© albertotrocóniz / 14
Texto: de “LA ESPUMA DE LOS DÍAS”
Imagen: de “FOTOFILTRADA”

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