viernes, 14 de septiembre de 2012

VERDADERO VALOR DE LA MONEDA

Isla de Yap perdida en el Pacífico:
una más entre miles dispersada
en archipiélago de la Micronesia;
allí no hay nada, bueno sí, está el cielo,
la selva, el mar (lleno de mantas rayas);
el sustento les viene de la pesca:
es un pueblo de grandes navegantes
en pequeñas canoas hechas de juncos
y se orientan siguiendo las estrellas.

Valoran mucho antiguas tradiciones
-que tienen su importancia en lo económico-
transmitidas entre generaciones
por chamanes cuya misión es esta:
mantener viva una "llama sagrada"
cuidando de los mitos que son propios
insistiendo en narrar su extraña historia.

Un jefe de yapenses hace siglos
decidió que ¿por qué no ser ricos?,
mas allí no había nada al efecto
-quiero decir aparte de lo dicho
que a fuer de cotidiano no apreciaban-;

oyó decir que en una isla lejana
llamada “Truk” distante dos semanas
navegando en peligro de tifones,
de tormentas y grandes oleajes
azotando las débiles piraguas
había enormes piedras dispersadas
de un material que podría esculpirse
(que "aragonita" en geología llaman).

Y así arriesgando la vida en varios viajes
trajeron poco a poco seis mil piedras
algunas de ellas de un par de toneladas
(nos quejamos de vicio de peajes)
y las tallaron dando forma de círculo
con agujero abierto por el centro
de manera que introduciendo un palo
se pudiera mover su enorme peso
sobre el perímetro, como una enorme rueda.

La tarea fue digna de titanes,
lo que invistió de un gran valor a aquello,
y a los participantes en la empresa
se concedió la cantidad de piedras
proporcionada en número y tamaño
acorde al mérito, y eso les dio un estatus
y honores y “riqueza” entre su gente
pues era un bien tan raro para ellos
como el oro lo sea para nosotros.

Fueron depositadas en la selva
asignadas cada una a propietarios,
nadie podía moverlas fácilmente
-allí marcaban el borde de caminos-
y así la jungla se convirtió en “un banco”,
con gran ventaja: sin sufrir inflaciones;
nadie puede crear una gran piedra
de la nada cual pasa con “bank-money”:
“quien quiera peces, pues que se moje el culo”
y repita la gesta del ancestro.

Poco a poco, a lo largo del tiempo
tal riqueza en manos de unos cuantos
fue repartiéndose: que si casar a una hija
que se lleva de dote una gran piedra,
y adquiere con mediana una cabaña
pagando con pequeña al “arquitecto”.

Ahora quien más quien menos tiene alguna
de las seis mil del banco de la selva;
para dar una idea relativa
el jefe potentado posee veinte
de variado tamaño (y la más grande),
lo que le hace ver el futuro en plan risueño
si no sale por cierto de la isla …

que es donde únicamente reconocen
ese “dinero” mostrenco pero válido
en base a un gran prestigio mantenido
que se renueva al trasmitir la historia
de gesta heróica de los antecesores

que cruzaron el mar aventurándose
y así dotaron de valor económico
-basado en físico al arriesgar sus vidas-
a las enormes piedras -ya allí totems-
revestidas del mito y de cultura
de “identidad yapense” en pura esencia.

Se me olvidaba: las piedras valen tanto
que no son útiles a usar en transacciones
para comprar digamos un pescado
(ya sea este incluso manta-raya)
o la leña de hoguera a cocinarlo;
estas minucias están a una otra escala
de valor en todos los sentidos
(si el económico del personal dimana).

Precisan para tales cometidos
algo que pueda usarse en calderilla
que sea ligera y no pesadas moles,
fraccionable, portátil y “barata”;
para tales minucias usan dólares,
“papeluchos” que "el tío Sam" avala,
mas nunca sus preciados “pietro-dólares”.



© albertotrocóniz / 12
Texto: de “TAL COMO LO VEO"
Imagen: “Yapensa Pensierosa en el Dinero”,
de: "FOTOFILTRADA"

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